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En frío y en plano se entienden el posicionamiento y la postura de la ministra en retiro Olga María del Carmen Sánchez Cordero Dávila, hoy convertida en diputada federal oficialista, de no acompañar a sus 345 compañeros de bancada que el martes pasado aprobaron en lo general el dictamen a la minuta que modifica la Ley de Amparo, reglamentaria de los artículos 103 y 107 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Como exministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), cargo que ostentó por espacio de dos décadas (de noviembre de 1995 a noviembre de 2015), sabe que este dictamen presenta varias aristas aberrantes desde el punto de vista jurídico, sobre todo la que tiene que ver con la nueva definición de lo que conocemos como “interés legítimo”, en razón de que podría restringir el acceso a la justicia constitucional, pues condiciona el interés legítimo a demostrar un beneficio cierto derivado de la anulación del acto.

Siendo así entonces, ¿por qué nada más se abstuvo de votar en lugar de oponerse rotunda y ruidosamente de que su partido, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), aprobara una reforma que, a todas luces, está encaminada a restringir el acceso a la justicia a colectivos que representan a personas con discapacidad, a consumidores, a indígenas o a trabajadores podrían quedar fuera si se les exige demostrar cierto beneficio antes de entrar al amparo. En pocas palabras, se agregaron requisitos muy difíciles de cumplir para acceder al amparo y también se abusó de las suspensiones.

Abstenerse y no pronunciarse, no movilizarse al interior de su partido y de su bancada, no exigir ser escuchada previo a la votación del dictamen y no imponer su amplio conocimiento de la jurisprudencia, me trae a la mente el adagio popular que reza tanto peca el que mata a la vaca como el que le agarra la pata.

Por lo tanto, lo que hizo doña Olga, quejarse a posteriori ante las cámaras, grabadoras y micrófonos, no es más que un acto hipócrita, cobarde y sumiso. Y lo es porque, pudiendo erigirse como una verdadera autoridad moral en el tema, prefirió reaccionar tibia y temerosamente. No vaya a ser que se pueda enojar el santo patrono de las causas chairas que reposa plácidamente en La Chingada, Chiapas.

Pero no podemos pedirle peras al olmo, ya que la exministra desde hace mucho tiempo tomó una decisión definitoria y definitiva, pues vayan ustedes a saber por qué intereses, optó por darle la espalda a la justicia y a la legalidad para entregarle su conciencia y voluntad a un caudillo populista.

Obviamente la reacción de los llamados morenistas “de abolengo” no se hizo esperar, como la de otro exministro en retiro, Arturo Fernando Zaldívar Lelo de Larrea, hoy convertido en coordinador general de Política y Gobierno de Presidencia, quien se valió de los medios de comunicación para enviarle un mensaje claro y directo a doña Olga: ¿Por qué, si estaba en desacuerdo con la reforma, no votó en ese sentido y optó por abstenerse durante la votación?

Sin embargo, el cuestionamiento del ministro Swiftie tiene una respuesta simple: la diputada Sánchez Cordero, al igual que él, seguramente le tiene un pavor desmedido a López Obrador.

 

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