El expresidente francés Nicolas Sarkozy (2007-2012) volverá a hacer historia, aunque esta vez como el primer líder francés de la posguerra —y el primer exjefe de Estado de la UE— en cumplir una condena de prisión.
El 21 de octubre, el político de 70 años se presentará en la prisión de La Santé en París para comenzar una condena de cinco años por conspiración criminal, marcando la culminación de una investigación de una década sobre las acusaciones de que el régimen libio de Muamar el Gadafi financió secretamente su campaña presidencial en 2007.
Los jueces determinaron que el entorno de Sarkozy, con su consentimiento, solicitó millones de dólares en financiación ilegal a Trípoli a cambio de la rehabilitación diplomática del gobierno de Gadafi. La jueza presidenta, Nathalie Gavarino, describió los delitos como “de excepcional gravedad”. Aunque absuelto de otros tres delitos que incluyen malversación de fondos y corrupción pasiva, Sarkozy fue condenado a cumplir una pena de prisión, una decisión que calificó de “escándalo” y prometió apelar.
Su encarcelamiento corona un patrón de problemas legales que incluye condenas por tráfico de influencias y gastos excesivos en su fallida reelección de 2012. El antes celebrado “hiperpresidente” se ha vuelto símbolo del desgaste político. Aún influyente entre los conservadores, ofreció una cena de despedida a sus aliados, insistiendo en su inocencia y prometiendo “llevar la cruz hasta el final”. Cumplirá su pena en una zona especial para detenidos de alto perfil, con visitas limitadas.
AFP |
¿Sentencia justa?
Una encuesta reciente mostró que 61% considera justa la sentencia —38% la ve injusta—, pero sectores de la derecha francesa acusan una vendetta política instigada por grupos libios tras el apoyo de Sarkozy a la caída de Gadafi en 2011, durante la Primavera Árabe.
El fallo llega en medio de la peor crisis gubernamental en años. El presidente Emmanuel Macron, presionado por llamados a dimitir, reeligió a Sébastien Lecornu como primer ministro tras un efímero mandato de un mes. Lecornu intenta aprobar el presupuesto de 2026 en un Parlamento dividido, mientras la derecha y la izquierda preparan mociones de censura en su contra. Macron, defendiendo su liderazgo, acusó a la oposición de “alimentar la inestabilidad” y recordó que su mandato concluye en 2027.
Con Sarkozy rumbo a prisión y Macron intentando sostener el timón, dos eras del liderazgo francés chocan: una se derrumba bajo el peso de sus excesos, la otra lucha por mantener unida una república fracturada.