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Aunque el centenario de su nacimiento se conmemoró en julio, el eco de Frantz Fanon vuelve a sentirse con fuerza en un panorama global marcado por conflictos, desplazamientos masivos y nuevas jerarquías coloniales disfrazadas de progreso.

Desde Gaza hasta el Sahel, desde las fronteras europeas hasta las cárceles estadounidenses, su crítica al racismo y a la deshumanización conserva una precisión inquietante.

Volver a Fanon responde a la memoria, y también a la necesidad de entender por qué se vive en un mundo que produce sociedades colonizadas sin imperios visibles.

¿Quién fue Frantz Fanon?

Frantz Fanon nació en 1925 en la isla caribeña de Martinica, cuando aún era colonia francesa. Creció en un mundo donde la piel negra era sinónimo de inferioridad, y esa experiencia marcaría toda su vida.

Formado como psiquiatra en Lyon, Francia, se enfrentó pronto a una paradoja: cómo sanar mentes heridas por un sistema que producía enfermedad. 

Su trabajo en hospitales psiquiátricos de Argelia, durante los años de la guerra de independencia, lo llevó a constatar que el colonialismo no solo dominaba territorios, sino también conciencias. Desde entonces, Fanon entendió que la descolonización debía comenzar por el interior del sujeto.

Su primer libro, Piel negra, máscaras blancas, (1952), es una radiografía brutal del alma colonizada. Con una mezcla de psicoanálisis, literatura y política, Fanon mostró cómo el colonizado aprende a despreciarse, a imitar al blanco, a esconder su acento, su color, su historia. Lo que más le dolía, escribió, no era el desprecio ajeno, sino el propio. 

Años después, en Los condenados de la tierra, (1961), redactado mientras moría de leucemia en un hospital de Washington, Fanon llevó su pensamiento a las últimas consecuencias: la violencia del colonizado hacia los colonizadores no era barbarie, sino una respuesta legítima a siglos de opresión.

Fanon fue más que un teórico: fue un hombre de acción. Dejó su puesto como médico para unirse al Frente de Liberación Nacional argelino, convencido de que la palabra debía acompañar a la lucha.

En su consultorio atendía tanto a torturados como a torturadores, y en ambos veía las huellas psicológicas del sistema colonial. Esa visión lo convirtió en uno de los primeros pensadores en vincular salud mental y liberación política.

A un siglo de su nacimiento, su legado resuena más allá de la historia de la descolonización. Fanon anticipó debates actuales sobre racismo estructural, identidad y memoria.

En sus páginas ya se intuía lo que hoy llamamos “violencia simbólica”: esa red de gestos, lenguajes y jerarquías que perpetúan la desigualdad incluso después de abolidos los imperios. Por eso, sus ideas inspiran movimientos antirracistas, feministas y descoloniales en todo el mundo.

Fanon fue un escritor de la dignidad. Su obra no invita al resentimiento, sino a la reconstrucción: a levantar una identidad que no dependa del permiso del otro. En un mundo que clasifica cuerpos, lenguas y deseos, sus palabras recuerdan que la libertad no se hereda ni se concede: se inventa.

Porque Frantz Fanon no fue un autor del pasado: es una urgencia del presente.

¿Sabías que…?

Frantz Fanon escribió Los condenados de la tierra mientras recibía tratamiento médico en Estados Unidos. Dictó los últimos capítulos a su esposa desde su cama.

Su pensamiento inspiró directamente a líderes como Malcolm X, Angela Davis y Nelson Mandela

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