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Cinco años después de su última aparición en la Asamblea General, el presidente estadounidense Donald Trump regresó al foro diplomático más importante del mundo con un discurso largo, cargado de reproches y con un tono que osciló entre lo teatral y lo populista.

Durante 56 minutos, casi cuatro veces el tiempo protocolario, cuestionó la existencia misma de la ONU, advirtió a Europa que “sus países se están yendo al infierno” por la inmigración ilegal y descalificó el consenso científico sobre el cambio climático como “la mayor estafa jamás perpetrada”.

Desde el inicio, el republicano aprovechó cada tropiezo para alimentar su narrativa de confrontación. Se burló de una escalera mecánica que se detuvo cuando ingresaba al edificio y del fallo de su teleprompter, asegurando que era una muestra del mal funcionamiento de la ONU. A partir de ahí, alternó pasajes de discurso preparado con improvisaciones que incluyeron insultos al alcalde de Londres, Sadiq Khan, a quien acusó de promover la ley islámica, y ataques a ambientalistas que, según él, “quieren matar a todas las vacas”.

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El mandatario dedicó casi una cuarta parte de su intervención a desacreditar las políticas contra el calentamiento global. Reivindicó la salida de Washington del Acuerdo de París, celebró el “carbón limpio y hermoso” y calificó los molinos de viento como “patéticos”. Con frases provocadoras, como “el cambio climático fue inventado por gente estúpida”.

Trump reitera que ONU y las políticas de fronteras abiertas de Europa son responsables de una ‘invasión’

Aplaudió al gobierno de El Salvador por encarcelar a migrantes venezolanos deportados y advirtió que en su país la migración ilegal “se castiga con cárcel, expulsión o algo peor”. La comparación con su propia política fronteriza, que aseguró ha reducido los cruces a “cero”, la presentó como prueba de eficacia y soberanía.

La política exterior también estuvo presente, aunque en un segundo plano. El mandatario insistió en que ha mediado en conflictos donde la ONU fue incapaz de actuar, como en los acuerdos entre Armenia y Azerbaiyán o en África central. En contraste, se atribuyó haber contribuido a poner fin a “siete conflictos” y no ocultó su ambición de recibir el Premio Nobel de la Paz.

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A diferencia de intervenciones anteriores, no hubo risas en el hemiciclo. Esta vez los diplomáticos respondieron con aplausos corteses y buscaron encuentros privados con el mandatario. Sin embargo, el mensaje quedó claro: el Trump concibe a Estados Unidos como árbitro global que actúa por encima de las instituciones multilaterales, y su regreso a la ONU fue la confirmación de los ejes de su política.

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