Por Salvador Guerrero Chiprés
Y EXHIBE PENDIENTES
El transporte de sustancias peligrosas en las ciudades es cuestión estratégica para la seguridad y la vida comunitaria, principalmente entre entidades donde se comparte infraestructura vial, redes urbanas y dinámicas de abastecimiento.
Las metrópolis contemporáneas concentran personas, movilidad, industrias y servicios en territorios cada vez más densos. En ellas, el tránsito cotidiano de materiales como gas LP, combustibles o químicos industriales representa un riesgo y requiere regulación, monitoreo y coordinación.
El accidente en el Puente de La Concordia deja grandes aprendizajes y exhibe pendientes. Uno de ellos el ordenamiento del transporte en pipas y de quienes las conducen. La Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada, confirmó ayer los trabajos para proponer reformas al Reglamento de Tránsito respecto a la velocidad, horario y rutas.
La capital nacional y el Estado de México comparten el reto de fortalecer su capacidad de prevenir catástrofes derivadas de accidentes industriales bajo la lógica de una seguridad urbana integral e interestatal. Es relevante repensar la capacidad policial de supervisar apropiadamente el espacio público después del reordenamiento por el cual se restringió a las patrullas de tránsito la imposición de multas y controles de tráfico.
En Cataluña, la Resolución ISP/430/2025 limita la circulación de vehículos con mercancías peligrosas en días y horarios específicos. Canadá establece protocolos estrictos de documentación, seguridad y control. Estas prácticas combinan regulación legal con infraestructura tecnológica: GPS obligatorios, bitácoras digitales y sanciones.
El transporte seguro de materiales peligrosos es posible si se cumplen tres condiciones: regulación estricta, monitoreo permanente y coordinación interinstitucional. La política pública debe generar confianza ciudadana.
El aprendizaje es espacio de concordia.
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