Por Salvador Guerrero Chiprés
La Ciudad de México ha aprendido a convivir con la actividad sísmica, donde la medida del cambio está en los segundos ganados y en la capacidad colectiva de actuar con rapidez y coordinación a partir del sonido de la alerta y el aprendizaje de los simulacros.
La esencia de estas pruebas, como la que se realizará hoy al mediodía, es comprobar la capacidad de un ecosistema de prevención que protege a millones y fortalece la confianza ciudadana.
El sistema se sostiene en diversas capas tecnológicas y de operación humana. El Sistema de Alertamiento Sísmico de México capta a través de sensores la actividad telúrica y emite una alerta que en la capital nacional se difunde por más de 27 mil altavoces del C5.
En esta ocasión la alerta se difundirá también a través de celulares. Más de 80 millones de aparatos recibirán el mensaje, replicado además por radio y televisión.
Esquemas empleados en Estados Unidos, Canadá y Chile, y países asiáticos como Japón y China.
Este ecosistema busca llegar al mayor número de personas y se complementa con el protocolo de actuación de las autoridades.
Tras el simulacro —y de la misma forma que ocurriría ante un evento real—, la Jefa de Gobierno de la CDMX, Clara Brugada, y el gabinete de seguridad y protección civil se reúnen en la sala de crisis del C5.
Desde ahí se establece la interoperabilidad con autoridades federales, por instrucciones de la Presidenta Claudia Sheinbaum. Se analizan resultados, supervisan los sobrevuelos de cinco helicópteros Cóndor de la SSC y monitorean las 83 mil 414 cámaras de videovigilancia de la ciudad.
Cada simulacro pone a prueba la operación de cuerpos de emergencia, la cadena de mando, la transmisión de información y la recepción en celulares y medios de comunicación. Todo un ecosistema para proteger la vida.
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