Por Lengua Larga
El accidente de la pipa de gas en el Puente de la Concordia sirve para que los capitalinos se den cuenta que le otorgaron su voto a la ineptitud, la irresponsabilidad y sobre todo a la ignorancia.
La abuelita Alicia se convirtió en una heroina a nivel nacional; salvo a su nieta por sobre todas las cosas, usó su cuerpo de escudo humano y aun así logró evitar que las llamas quemaran su pequeño cuerpo.
La niña conoció el dolor en carne propia y no se imagina que su abuela es la mujer más valiente que hay. Sin embargo; la necesidad de protagonismo de algunos empaña lo demás, o al menos eso buscan.
La orden de Brugada fue Clara, “toda información que se maneje respecto al accidente será emitida únicamente por la jefatura de Gobierno”.
Tal parece que a los de la Secretaría de Salud les entró por un oído y les salió por el otro. Habrase visto tal ineptitud que cerca de la media noche del 11 de septiembre, en una lista en donde aparecía el nombre de la abuela Alicia, se daba por muerta.
Los datos estaban mal, la incertidumbre comenzó a retumbar en integrantes de los medios de comunicación que no paraban con la interrogante sobre el estado de salud de la mujer.
Muchos reporteros de todos los medios, incluyendo los de esta casa editorial, cuestionaban a la gente de Gobierno; nadie decía nada. ¿Y sabe usted por qué? Porque no sabían nada. Porque los de comunicación social de Sedesa sacaron una lista mal hecha, con datos erróneos y sobre todo, que no estaban verificados.
¿Se imagina usted la angustia de la familia de Alicia? En el hospital no les habían informado de su muerte, porque estaba muerta pero la Secretaría de Salud, decía que sí.
La secretaria, Nadine Gasman, debería pedir disculpas públicas y debería ofrendar la cabeza de quienes conforman el área de comunicación social tras el garrafal error; la incompetencia no es una habilidad curricular.
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