Por Juan R. Hernández
A mi correo llegó una carta que me conmovió y que, al mismo tiempo, me hizo reflexionar sobre la rigidez de nuestras instituciones y la falta de flexibilidad frente a casos particulares. La remitente, Mariajosé Delgadillo Zamora, exalumna de la Heroica Escuela Naval Militar, generación 2023-2027, relata cómo fue dada de baja académica tras un examen afectado por una lesión temporal. Lo que solicita no es un privilegio, sino una segunda oportunidad, apelando a su vocación y compromiso para continuar sirviendo a la Armada de México.
El dilema es evidente: ¿debe una institución con disciplina férrea abrir la puerta a la excepción? La vida militar exige reglas claras, pero también exige justicia y discernimiento, especialmente cuando un error es circunstancial y no refleja la capacidad ni el compromiso del aspirante. Mariajosé no solo solicita reincorporarse; cuestiona la rigidez de los sistemas frente a la resiliencia y el talento. A veces, quienes más valor tienen para servir al país son precisamente quienes han sabido levantarse después de una caída.
De manera sorprendente, un tema tan distinto, como el aumento del impuesto a las bebidas azucaradas, refleja un patrón similar de decisiones rígidas frente a la evidencia. La Asociación Mexicana de Bebidas (MexBeb) alertó que incrementar en un 87% el IEPS a estos productos sería regresivo e ineficaz, porque aportan menos del 5% de las calorías totales en la dieta y los estudios internacionales indican que estos impuestos no cambian los patrones de consumo ni reducen la obesidad. Además, afectaría la economía de millones de personas, desde empleos hasta pequeños comercios, sin cumplir con el objetivo declarado.
En ambos casos, vemos la tensión entre reglas estrictas y flexibilidad basada en evidencia. Ya sea en la formación de jóvenes pilotos navales o en políticas de salud pública, las decisiones que no consideran el contexto ni los datos terminan siendo injustas o ineficaces.
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