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La dinastía Aguilar enfrenta un torbellino que contrasta con la imagen de familia unida que siempre proyectaron. La historia comenzó con Ángela, quien pasó de ser “la princesa de la música mexicana” a protagonizar titulares por sus romances mediáticos, primero con Gussy Lau y después con Christian Nodal.

La polémica alcanzó a Cazzu (ex de Nodal), y de pronto la narrativa familiar dejó de girar en torno a la música para centrarse en la vida privada, debilitando la figura de la más joven de los Aguilar.

Cuando la tormenta parecía calmarse, Pepe Aguilar terminó en el centro de la controversia tras pronunciar comentarios en contra de los indocumentados durante un concierto en Los Ángeles. Sus palabras resultaron desafortunadas por provenir de un artista que ha construido parte de su éxito en Estados Unidos gracias al público migrante.

El discurso, respaldado por Ángela, mostró una desconexión con la realidad de quienes sostienen gran parte de su carrera. Lo que para Pepe pudo ser un mensaje de legalidad se interpretó como insensibilidad y hasta ingratitud.

En ese escenario apareció Emiliano Aguilar, el hijo mayor, con declaraciones que rompieron el silencio familiar. Aseguró que lleva más de dos años sin hablar con su padre ni con sus hermanos y expuso diferencias de trato durante las giras, donde él era enviado a moteles mientras sus hermanos disfrutaban de hoteles de lujo.

Lo que denuncia no es el confort, sino la exclusión emocional. Además, defendió con fuerza a su madre, Carmen Treviño, tras comentarios que consideró irrespetuosos de Pepe.

Emiliano reconoce que parte del distanciamiento obedece a sus propios errores, pero también señala que las heridas familiares no se han trabajado. Habló de un posible reencuentro en el futuro, pero condicionado a que él logre el éxito por méritos propios y sin incluir a sus hermanos, lo que refleja una división interna ya irreversible.

La paradoja es que, mientras Pepe intenta sostener el legado de Antonio Aguilar y Flor Silvestre, hoy enfrenta cuestionamientos que lo colocan en la vereda contraria de parte de su público y de su propio hijo.

Ángela sigue adelante con su carrera en medio de críticas que opacan sus logros y Leonardo busca mantener viva la tradición sin encontrar aún un espacio propio.

Lo que antes era la familia ejemplo de unión ahora se percibe como una dinastía fracturada, expuesta a los juicios de un público que no olvida ni perdona.

El apellido Aguilar ya no solo resuena por su música, sino por las disputas internas que exhiben que, detrás de los escenarios, también se derrumban las leyendas.

 

FACEBOOK  y YOUTUBE Ana María Alvarado

IG y TW @anamaalvarado

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