“Hay mucho por hacer” no es una frase hecha, es la realidad del sector obrero. Así de clara es la situación frente al primer año de Gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum. Mal haríamos en replicar a los charros que dicen que todo va bien, en callar la falta de empleos formales y bien pagados y tampoco seremos omisos ante la ausencia de avances disruptivos en las conquistas laborales. Por el contrario, hemos sido sujetos de un retroceso que nos continúa llevando a la pobreza laboral.
Como siempre, las cifras oficiales indican un bajo desempleo y aumentos salariales, pero la realidad es muy distinta: alta informalidad y una pobreza laboral que ha colocado a uno de cada tres trabajadores y trabajadoras en la pobreza aunque tenga empleo. El esfuerzo diario, el desgaste emocional y la ausencia en la familia no son suficientes, seguirán en la línea de pobreza.
No nos sorprendamos, en México el promedio salarial es de 7 mil 363 pesos. Tenemos uno de los salarios más bajos de América Latina y, por si fuera poco, llevamos siete años resistiendo reformas que han mermado aún más el ingreso de las y los trabajadores: el tope a 90 días de las utilidades, las mal llamadas vacaciones dignas que nos quitaron horas extra y bonos de productividad, y la errónea equiparación de las horas extras con esclavitud, que está llevando a la erradicación de este ingreso medular para muchos sectores.
Por si fuera poco nos quitan del salario 30 por ciento de impuestos, pagamos 16 por ciento de IVA en servicios y otro tanto de impuestos por la gasolina. A pesar de que se quedan con la mayoría de nuestro salario, decidieron, sin preguntarnos y sin consultarnos, quedarse con 2.6 billones de pesos de las subcuentas de más de 70 millones de trabajadores y trabajadoras, provenientes del 5 por ciento de su salario integrado.
Por otra parte, el Gobierno federal incorporó a las filas de la formalidad a cerca de un millón de trabajadores de plataformas digitales sin importar si contaban o no con las prestaciones mínimas de ley, pero eso sí, pagan su respectivo impuesto por trabajar.
Este tipo de contratación podría llevar, incluso, a que empresas sin ética quieran equiparar este esquema avalado por el Gobierno y terminar con los Contratos Colectivos de Trabajo, que en muchos sectores representan 100 años de lucha y acuerdos.
Presumen incrementos al salario mínimo cuando saben que tan sólo una minoría se beneficia de ello. A las y los trabajadores que tenemos un Contrato Colectivo de Trabajo sus famosas alzas no nos sirven de nada ya que ganamos más que el mínimo. Por otra parte, el Gobierno tampoco impulsa un incremento salarial de emergencia para atenuar la imparable inflación, es más fácil ignorar a las y los trabajadores.
Consideran líderes y aliados a puro charro sindical que actúan como marionetas y votan a favor de cualquier iniciativa impulsada por el Gobierno.
Ya lo decíamos: hay mucho por hacer, por escuchar y mucho más por resolver. En el sector minero, en el FRENTE, estamos listos para aportar y sumar esfuerzos por un mejor México, así como lo estamos haciendo en Zacatecas con la construcción del nuevo hospital de Fresnillo.
Señora Presidenta, en México sí existe un verdadero sindicalismo, sí hay cooperación real entre empresas y sindicatos, sí existe la manera de sumar por el bien de las y los trabajadores, sólo que usted está volteando hacia otro lado.
@CarlosPavonC