El homicidio de Iryna Zarutska, una refugiada ucraniana de 23 años, estremeció a la ciudad de Charlotte, Carolina del Norte, y ha provocado un debate nacional en Estados Unidos. La joven, que huyó de la guerra en su país, quedó brutalmente apuñalada la noche del 22 de agosto mientras viajaba en el tren urbano. El atacante, identificado como Decarlos Brown Jr., un hombre con al menos 14 antecedentes delictivos, quedó detenido de inmediato y enfrenta cargos de asesinato en primer grado.
Las imágenes de vigilancia muestran cómo el agresor, sentado frente a Zarutska, sacó un cuchillo y la atacó sin previo contacto. Testigos intentaron auxiliarla, pero la joven murió en el acto. Brown quedó arrestado al intentar abandonar la plataforma, lesionado en una mano y sin boleto válido. Su historial incluye condenas por robo con violencia y múltiples detenciones, lo que avivó las críticas sobre fallas en el sistema judicial local.
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El caso expuso también la vulnerabilidad del transporte público en las ciudades de la Unión Americana. Al momento del ataque, no había personal de seguridad en el vagón, lo que obligó a la alcaldía y al sistema de transporte (CATS) a anunciar un refuerzo inmediato de vigilancia y cámaras, además de un plan de cooperación con la policía.
La alcaldesa Vi Lyles calificó el ataque de “tragedia desgarradora” y pidió respeto a la privacidad de la familia al difundirse las imágenes.
Más allá de la indignación por la violencia, el crimen se politizó rápidamente. Usuarios en redes sociales y comentaristas conservadores acusaron a medios y dirigentes demócratas de minimizar el caso, subrayando que la víctima era una refugiada y que el agresor tenía un historial delictivo extenso.
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La acusación de “silencio mediático” se convirtió en tendencia en X, alimentando tensiones partidistas en torno a seguridad, migración y justicia penal.
Mientras la familia de Zarutska abrió una campaña de recaudación para cubrir gastos funerarios.
