China conmemoró el 80 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial con un imponente desfile militar en Pekín, encabezado por el presidente Xi Jinping y acompañado por los líderes de Rusia y Corea del Norte, Vladímir Putin y Kim Jong Un.
La escena, inédita hasta ahora, fue interpretada como un gesto de afinidad política y estratégica que plantea interrogantes sobre la evolución de la cooperación entre estos países.
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El evento inició con el discurso de Xi en la avenida Chang’an, donde proclamó que “la revitalización de la nación china es imparable y las causas de la paz y el desarrollo de la humanidad prevalecerán”.
Ante miles de espectadores, el mandatario subrayó que el pueblo chino “no teme a la violencia” y que la meta es “construir una comunidad con un futuro compartido para la humanidad”. Tras sus palabras, las tropas marcharon al unísono, saludando con lemas como “Servimos al pueblo”.
Escenografía de poder en Pekín
El desfile exhibió una amplia gama de armamento, incluidos misiles supersónicos antibuque, además de modernos sistemas de defensa aérea. Fue la primera ocasión en que parte de este equipo se mostró en público.
Una salva de 80 cañonazos marcó el inicio del acto en la Plaza de Tiananmen, donde los tres líderes caminaron juntos por una alfombra roja. Las multitudes, ondeando banderas rojas, entonaron canciones patrióticas mientras sobrevolaban aviones de combate y columnas de vehículos militares recorrían el corazón de la capital china.
El dispositivo de seguridad fue exhaustivo: carreteras cerradas, presencia militar en puentes y esquinas, y barreras instaladas en los bulevares principales. Imágenes satelitales previas al desfile habían revelado el despliegue de centenares de vehículos y aeronaves en bases cercanas.
Diplomacia y simbolismo
La presencia de Putin y Kim dio un peso inusitado al evento, enmarcado además en la reciente cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) celebrada en Tianjin. Xi utilizó esa plataforma para criticar el “comportamiento intimidatorio” de ciertos actores internacionales, en alusión a Estados Unidos, mientras Putin defendió la ofensiva en Ucrania. Ningún gobernante occidental acudió a Pekín, un contraste que reforzó el carácter de alineamiento alternativo.
Kim Jong Un, que viajó acompañado de su hija Kim Ju Ae, apareció por primera vez en un acto internacional junto a Xi y Putin. La imagen fue destacada como un símbolo del acercamiento entre regímenes que hasta ahora habían mostrado afinidades, pero no una coordinación formal.
Una mirada histórica
De acuerdo con la historiadora Alejandra Dávalos, especialista en Asia contemporánea de la UNAM, el encuentro debe leerse como parte de una estrategia pragmática más que como un bloque militarizado.
“Para China es muy importante señalar que esta cooperación es pragmática en el sentido de que se trata de una lucha en contra de un enemigo común”, explicó.
A su juicio, no se trata de un movimiento “antioccidental”, sino de una corriente “antieurocentrista” que busca equilibrar las reglas del comercio global.
La investigadora recordó que el Partido Comunista Chino ha recurrido históricamente a alianzas circunstanciales, como durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea, cuando logró apoyos decisivos sin comprometer una confrontación directa. En el caso de la OCS, afirmó, “estamos frente a un hecho inédito: una organización que, pese a su diversidad ideológica, ha conseguido consolidarse como un foro multilateral paralelo a la ONU, con énfasis en la cooperación económica y tecnológica más que en lo militar”.
Dávalos subrayó que la organización funciona como “una defensa abierta de la pluralidad y de la globalización”, en contraste con las estructuras tradicionales que han favorecido a las potencias industriales de Occidente.
“Se trata de un bloque que exige condiciones de intercambio más equitativas y que busca desarrollarse sin las sanciones que suelen imponer organismos internacionales controlados por Estados Unidos”, señaló.
Tensiones y proyecciones
El presidente estadounidense, Donald Trump, reaccionó con ironía en su red Truth Social, donde acusó a Xi, Putin y Kim de “conspirar contra Estados Unidos” en plena celebración en Pekín. El mensaje refleja el trasfondo de rivalidad entre Washington y el eje asiático en un contexto marcado por la guerra en Ucrania, las tensiones en la península de Corea y las disputas comerciales con China.
La historiadora advierte que, más allá de las percepciones inmediatas, la reunión en Pekín ilustra la apuesta china por aprovechar coyunturas para cimentar acuerdos de largo plazo. “Cada paso está pensado en el proyecto de nación de China. No es un bloque al estilo de la OTAN o del Pacto de Varsovia, sino una construcción que busca estabilidad y desarrollo compartido”, afirmó.
En ese sentido, el desfile en Tiananmen no sólo representó una conmemoración histórica, sino también un mensaje sobre la aspiración de Pekín a liderar, junto a aliados estratégicos, un orden mundial alternativo en el que la cooperación económica y tecnológica prevalezca sobre la confrontación militar.