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La herida más profunda de la dinastía Aguilar no está en la música sino en la familia. Bastó que Pepe recordara con Pati Chapoy que Carmen Treviño lo había dejado “con la casa vacía” para que se desatara una guerra pública con su primogénito, Emiliano.

No era la primera vez que Pepe exponía su versión, pero esta vez la respuesta de Emiliano fue inmediata, grabando videos donde aseguró que en las giras a él lo mandaban a moteles o a un Holiday Inn mientras sus medios hermanos se hospedaban en hoteles de lujo, dejando entrever un trato desigual que reaviva el debate sobre favoritismos y desdén.

En ese terreno resbaladizo de las redes sociales, la cuenta del pug Gordo Aguilar se publicó una imagen interpretada como burla hacia Emiliano; lejos de frenarlo, Ángela dio like, Leonardo comentó con risas y Aneliz, esposa de Pepe, compartió el post. Después lo borraron, pero la herida ya estaba expuesta: la familia Aguilar contra Emiliano, como si los lazos de sangre fueran menos importantes que la lealtad de clan.

El golpe fue tan evidente que desde la misma cuenta se publicó una disculpa en tono ambiguo: reconocían que la publicación fue de mal gusto, que al inicio la manejaba Pepe pero después pasó a un equipo, como si esa aclaración eximiera la responsabilidad del contenido.

Emiliano no se quedó callado y replicó con dureza, tachándolos de hipócritas y llamando a su hermano Leonardo “perrito”, en una escalada de ofensas que se ventilan frente a un público que consume con morbo cada detalle.

El caso adquiere tintes lamentables porque ya no se trata sólo de diferencias privadas, sino de cómo una familia que presume unión en el escenario revela fracturas profundas tras bambalinas.

Carmen Treviño, hasta ahora en silencio, se limitó a publicar “No más mentiras”, insinuando que dirá su verdad sobre la separación, contradiciendo la versión de Pepe. La narrativa de una ex que se llevó todo y dejó al cantante en ruina es puesta en entredicho, y la defensa del primogénito se convierte en un acto de reivindicación no solo personal sino materno.

El problema para Pepe y sus hijos menores es que mientras más se exponen en redes, más se abre la grieta y menos creíble resulta la imagen de familia perfecta que proyectan en sus giras.

El caso también refleja cómo la dinámica de los Aguilar ha cambiado: Ángela convertida en estrella internacional, Leonardo en heredero musical, y Emiliano en el hijo incómodo que desde Instagram denuncia desprecio y desigualdad.

Todo se agudiza porque la reconciliación parece lejana y lo que antes se resolvía en privado ahora se convierte en espectáculo, con videos, memes y burlas incluidas.

La dinastía que se enorgullece de llevar el apellido Aguilar hoy exhibe su guerra interna como un reality involuntario donde la traición, el resentimiento y la necesidad de contar la propia versión pesan más que los valores familiares.

 

FACEBOOK  y YOUTUBE Ana María Alvarado

IG y TW @anamaalvarado

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