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Sabina Berman

¿Por qué miente tanto el periodismo de hoy?

Primero, porque puede mentir sin ser sancionado. Un periodista hoy tira la piedra y puede pasar al día siguiente a lanzar la siguiente mentira.

Y segundo, porque demasiados periodistas hoy confunden su oficio con la propaganda. Publican para beneficiar a un partido político u otro. Y en el camino se permiten torcer un poco o un mucho la verdad.

Le quitan el contexto. La recortan. Le agregan. O de plano inventan “una verdad”.

Escribía en esta columna la semana pasada que un periodismo mentiroso no le sirve a la democracia. Entendiendo con democracia al gobierno del pueblo. Le sirve a los partidos políticos, esas elites de personas ávidas de mandar, mientras a la gente-gente la aparta de la realidad y la azuza para luchar entre sí, fuera de tiempos electorales.

En esas estamos en México. Con demasiados periodistas que vigilan estrechamente al enemigo ideológico, lo acusan de sus pecados –y de otros pecados que les inventan–, mientras callan los pecados del partido de sus afectos.

Y como del Total del Mapa del país nadie se ocupa, poco tratamos de nuestros problemas y oportunidades comunes.

Doy un ejemplo.

La Derecha llama a diario Narco-gobierno al gobierno de la 4T. Y la 4T replica que si existió un Narco-gobierno, fue el del presidente Calderón, en el que ni más ni menos su lugarteniente García Luna fue el capo de capos del narcotráfico.

La verdad completa es más grave.

La verdad es que lo que hemos tenido en México los últimos 35 años es una sucesión de burocracias plagadas de funcionarios corruptos: funcionarios que con una mano trabajan para el país y con la otra mano trabajan para el Crimen Organizado o el Gran Capital.

Son los dobles agentes de lo que yo llamo el Segundo Gobierno. Y no son pocos: si el gobierno ocupa a 7 millones de personas, los dobles agentes del Segundo Gobierno probablemente son alrededor de un millón.

Un partido deja el gobierno y otro llega con sus funcionarios, y de nueva vuelta el Crimen Organizado y el Gran Capital corrompen a los flamantes funcionarios.

Nuestros problemas endémicos –el crimen, la inseguridad, la corrupción, el lento crecimiento, la desigualdad, los bajos salarios, la pobreza—, vistos en el mapa abierto del país están interconectados, y para encontrarles las soluciones grandes que requieren, necesitan observarse así, en el mapa abierto de nuestra realidad.

Un mapa que precisamente buena parte del periodismo de hoy nos niega.

¿Qué podemos hacer?

Primero que nada, favorecer al periodismo de investigación, que lo hay en México y excelente, pero poco difundido, poco financiado y poco atendido.

Y algo más podemos hacer.

Lo que hacen otras democracias: como consideran a la Verdad un bien común, para protegerla sancionan al periodismo que miente.

De cierto, en México sí contamos hoy con algunos mecanismos para castigar las mentiras publicadas, pero implican el empleo de abogados costosos y resultan en juicios que dilatan años.

Nos convendría un mecanismo ligero y de acción casi inmediata, movilizado por los ciudadanos, no los políticos.

¿Qué mecanismo?

Ofrezco esta propuesta, con la seguridad de que alguien más avezado ofrecerá otra mejor.

Podríamos pensar en un tribunal civil –o adjunto al Poder Judicial.

Supongamos que un periodista publica una mentira. La persona o institución afectada podría acudir al tribunal para exigir que el periodista muestre las pruebas de su aserto.

Si el periodista no muestra prueba alguna, o muestra pruebas endebles, como sanción debería poner a disposición del afectado el mismo espacio que usó para difamarlo, de forma que ahí publique el desmentido.

Aterrizando el ejemplo.

En el año 2024, el abogado Rodrigo Muñoz criticó en redes sociales a la alcaldesa de la Alcaldía Cuauhtémoc, señalando presuntos vínculos con intereses políticos cuestionables.

En respuesta la alcaldía inició un proceso legal contra Muñoz por violencia política por razones de género, y varios periódicos reportaron la acusación, PERO presentando al abogado como un agresor ya confirmado, y omitiendo el contexto de la persecución política.

¿Lo hicieron por congraciarse con la alcaldesa o su partido? ¿O lo hicieron por pura distracción?

No lo sabemos y no importa. Importa que Muñoz sufrió graves consecuencias. Perdió clientes, perdió oportunidades laborales y recibió amenazas terribles.

De haber existido el tribunal que propongo, Muñoz pudo haberles exigido a los periodistas que presentasen pruebas de que es un agresor confirmado; no hubieran podido presentarlas; Muñoz entonces pudo haber publicado su desmentido en los periódicos que lo acusaron sin base; y con ello su buena fama hubiese sido restituida.

Sí, nos convendría a todos una prensa que se la piense dos y tres veces antes de mentir. Que verifique dos y tres veces los datos de una noticia antes de destruir la fama pública de alguien. Y que sepa que puede ser desmentida también de forma pública.

Nadie es duque en una democracia ni debiera tener licencia de corso. Tampoco los periodistas.

Por eso, y para tener mapas abiertos de nuestra realidad, sigamos conversando de cómo coartar la hasta hoy sacrosanta libertad de mentir.

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