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Presidencia del TEPJF en duda Al menos 900 juzgadores se quedarán sin beneficio económico

Debo confesar que nunca fui que digamos un fan irreductible de Tepoztlán. A diferencia de algunos de mis compañeros de andanzas en la juventud y la primera madurez, y de sus familias más o menos acomodadas, nunca me convencí de que es algo así como un pueblito suizo o italiano coquetamente aderezado con usos y costumbres mega ancestrales que potencian su encanto.

Lejos de ello, siempre me pareció que había: 1) demasiada propensión antropológica a la invasión de tierras, con argumentos chantajistas de naturaleza ejidal y comunitaria, lo que sea que eso signifique; 2) un exceso de “hoteles boutique” de 7 mil pesos la noche a cambio de baños a jicarazos, pisos de tierra y –lo peor– temazcales; 3) restaurantes malísimos y llenos de “productos locales” muy difíciles de masticar, y 4) muchos jipis, o algo muy parecido a jipis, perdidos en viajes psicotrópicos de auto exploración, provocados por la certeza de que en las faldas del Tepozteco puedes o conectar con nuestro pasado prehispánico, o hacer contacto con extraterrestres, o todas las anteriores.

Esa percepción no había mejorado en los años recientes, cuando, a su pobreza de toda la vida, el pueblo-pueblo, el centro, sumó un tráfico digno de la vida chilanga, pero incluso con más baches, changarros de licuachelas y el ruido ensordecedor de la música en el tianguis.

Dicho lo anterior, tampoco es que haya sido ciego a sus encantos. En efecto, si tienes un muy buen dinero en tu cuenta bancaria o tu fondo de inversión, porque Tépoz es caro, puedes llegar a una casa muy guapa, con un calorcito muy agradable, una vegetación muy frondosa, unas tortillas buenísimas para la quesadilla mañanera y, con toda probabilidad, una vista espectacular del Tepozteco, un cerro, sobra decirlo, con un lejos espectacular (el cerca no lo es tanto, por el exceso de vendedores y visitantes, pero quién piensa en hacer senderismo cuando puede quedarse a tomar cerveza a la orilla de la alberca).

Bueno, pues esos encantos amenazan con desaparecer. Hoy, si te compras, o heredaste, una casita en ese rinconcito morelense, corres el riesgo de descubrir que tus vecinos son el dos veces doctor y su señora, con una alberca fálica y amistades tipo el Doctor Muerte, o, peor, desde fechas más cercanas, el presidente del Senado, al que luego le da por hacerse selfies en toalla.

Iba a decirles que mejor piensen en invertir en Valle de Bravo, pero mejor confirmen antes que ya solucionaron el problemita con el crimen organizado de todos conocido.

 

     @juliopatan09

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