Las razones de las personas adultas mayores para marcar el 9-1-1 son un recordatorio incómodo y al mismo tiempo pertinentemente indispensable a considerar, acerca del deber cívico e institucional. Quienes tienen más de 60 años marcan porque un automóvil invade la banqueta, un semáforo deja de funcionar o el ruido rompe su descanso.
Los reportes revelan necesidades de movilidad segura y sana convivencia vecinal. Aquello aparentemente más sencillo: moverse sin estorbos ni riesgos.
En tan solo un año, las denuncias a la línea de emergencias relacionadas con semáforos descompuestos pasaron de 33 a 664, un salto que exhibe su peso en la vida cotidiana. Si para cualquier persona ese aparato en mal estado es un problema, para alguien de 75 años que cruza la avenida con bastón es una sentencia de vulnerabilidad.
Algo similar ocurre con los vehículos estacionados sobre banquetas o rampas: de 786 reportes en 2024 se pasó a 3 mil 714 en 2025. No es un capricho ni una molestia menor, es la constatación de que el derecho a la movilidad se quiebra en la esquina cuando un automóvil decide ocupar el espacio correspondiente a un peatón.
La pregunta es inevitable: ¿Qué dice de una ciudad que sus mayores pidan ayuda porque un auto se estacionó sobre la banqueta u obstruye una rampa? Habla de la necesidad institucional de responder con políticas de cuidado que reconozcan a la vejez como una etapa con derechos específicos.
En este terreno, la Ciudad de México abre camino. El Sistema Público de Cuidados busca tejer una red más allá de la asistencia médica, con atención a quienes cuidan y a quienes necesitan ser cuidados.
Lo mismo sucede con programas como Mercomuna —Mercado, Comunidad y Abasto— para la entrega de vales a 335 mil familias, muchas de ellas con adultos mayores, para su canje en mercados y tiendas, como parte de un esfuerzo que cambia despensas por poder de decisión. “Hace mucho tiempo se daban despensas, pero las despensas tienen una connotación política”, remarcó ayer en el Zócalo la jefa de Gobierno, Clara Brugada.
La frase revela la intención de desmontar el clientelismo y sustituirlo por un mecanismo de abasto popular que revitaliza mercados locales y devuelve a las personas, especialmente a las mayores, la capacidad de elegir qué consumir. Ese gesto de dignidad cotidiana es también una política de seguridad social.
El Día Nacional de las Personas Adultas Mayores, recordado cada 28 de agosto, además de una fecha para reconocer sus aportaciones, es la oportunidad de entender que el envejecimiento es el gran desafío urbano y global de este siglo. Institucional y cívico.
En ese sentido, los reportes al 9-1-1 son un libro de crónicas de la ciudad, donde la vejez escribe sus emergencias y la ciudadanía puede contribuir a resolverlas.
@guerrerochipres