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Mira las marchas y concentraciones para hoy 25 de agosto INE depredador

La irrupción de la inteligencia artificial (IA) está modificando las reglas del mercado laboral global con una velocidad inédita. Un reciente estudio de Microsoft Research, basado en más de 200 mil interacciones con su sistema Copilot, revela que los empleos no se encuentran igualmente expuestos a esta transformación: mientras las tareas vinculadas al lenguaje, la traducción o la atención al cliente encabezan la lista de mayor vulnerabilidad, los trabajos físicos especializados o ligados a la operación de maquinaria se muestran mucho más resistentes al reemplazo tecnológico.

El informe clasifica la resiliencia laboral según tres factores: si la IA ya se utiliza en esa ocupación, qué tan eficiente resulta y qué porcentaje de las tareas podría automatizarse. Bajo esos parámetros, intérpretes, traductores, escritores y representantes de servicio al cliente aparecen en la zona de mayor riesgo, con puntuaciones cercanas a 0.50, mientras que operadores de dragado, trabajadores ferroviarios o encargados de plantas de agua muestran un riesgo prácticamente nulo.

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Impacto desigual en el mercado laboral: el caso de EU

Si bien el temor al reemplazo se extiende en distintos países, la evidencia apunta a un proceso más matizado. De acuerdo con el State of AI in Business 2025, elaborado por el MIT, la IA no está generando despidos masivos en Estados Unidos, sino sustituyendo contratos de mano de obra subcontratada en el extranjero. Las empresas han encontrado un margen de ahorro considerable al reemplazar servicios de outsourcing con automatización: una de las firmas analizadas redujo gastos en 8 millones de dólares anuales mediante una herramienta que apenas costó 8 mil.

A corto plazo, sólo 3% de los empleos estadounidenses podrían verse desplazados, aunque el riesgo se eleva a 27% en el horizonte de largo plazo. La paradoja es que, pese a las amenazas, el 95% de las compañías que invierten en IA generativa todavía no obtienen retornos económicos significativos, lo que muestra que la disrupción tecnológica avanza con resultados dispares.

Entre la amenaza y la herramienta

Para los profesionales cuyo quehacer depende del lenguaje, el debate es más existencial. Eliezer Nowodworski, traductor e historiador de la Universidad de Tel Aviv, reconoce que la IA puede generar textos en segundos, pero advierte sobre los matices culturales y éticos que los algoritmos no alcanzan a reproducir. “Un traductor debe identificar ironías, contextos locales o referencias que la máquina no puede anticipar”, explica.

A su juicio, el desafío no radica en negar la tecnología, sino en asumirla como herramienta de apoyo, al tiempo que se desarrollan habilidades de revisión crítica, curaduría de estilo y especialización temática. “La traducción asistida por IA no es el futuro: es el presente”, sostiene, aunque advierte sobre los riesgos de delegar a sistemas automáticos la traducción de textos diplomáticos o legales, donde la confidencialidad y la precisión cultural son esenciales.

AFP |  

El debate en México

La discusión no es ajena a nuestro país. Alonso Tamez, secretario técnico de la Comisión de Inteligencia Artificial del Senado, advierte que en México los gremios más expuestos —como actores de doblaje, traductores y locutores— ya enfrentan desplazamientos reales. “Conozco personas que dejaron de cobrar hace más de un año porque el mercado les declaró obsoletos”, afirma.

Tamez considera que la respuesta del Estado mexicano será crucial en los próximos cinco a diez años, cuando sectores más amplios empiecen a resentir los efectos de la automatización. El funcionario plantea dos opciones: un seguro de desempleo temporal para los desplazados y programas de capacitación que permitan la reconversión hacia industrias menos vulnerables. De lo contrario, advierte, el país podría enfrentar un escenario de descontento social que derive en tensiones políticas.

Más aún, considera que la ausencia de los sindicatos en este debate es preocupante, pues los gremios laborales deberían jugar un papel activo en la defensa de derechos y en la transición hacia nuevas competencias. “Es un tema de seguridad nacional —subraya—. No podemos permitir una masa de personas desplazadas y excluidas del sistema económico”.

Un marco normativo en construcción

La Comisión de Análisis y Evaluación sobre la Aplicación y Desarrollo de la Inteligencia Artificial en México presentó una propuesta de marco regulatorio que perfila el futuro del trabajo en la era digital. El documento reconoce que la IA automatizará tareas repetitivas, liberando a los trabajadores para concentrarse en labores creativas, de gestión emocional o pensamiento crítico.

Sin embargo, advierte que este tránsito debe estar acompañado de políticas públicas activas: actualización del sistema educativo con contenidos de programación, robótica y ética tecnológica; creación de un Centro Nacional de Educación Digital; formación docente en herramientas de IA; y programas de reciclaje y mejora de competencias. Además, enfatiza la necesidad de garantizar que la productividad generada por la IA se distribuya de forma equitativa y que no profundice brechas de género, condición socioeconómica o ubicación geográfica.

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El documento también insiste en que la IA debe ser concebida como complemento de las capacidades humanas, no como sustituto. Las decisiones automatizadas, propone, deberán contar con supervisión humana y mecanismos de transparencia.

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Un futuro incierto pero inevitable

El mundo laboral está frente a una transición de magnitud histórica. Para algunos, la IA representa una amenaza de obsolescencia; para otros, la posibilidad de liberar tiempo y potenciar la productividad. Lo cierto es que la velocidad de esta transformación coloca a gobiernos, empresas y trabajadores ante el reto de anticiparse.

El debate ya no es si la inteligencia artificial redefinirá el trabajo, sino cómo hacerlo de manera que no deje atrás a millones de personas. Entre el riesgo del desplazamiento y la promesa de nuevas oportunidades, la ecuación dependerá de políticas públicas, marcos regulatorios y una adaptación constante de la fuerza laboral. El reloj ya comenzó a correr.

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