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Guadalupe de la Cruz

El olor de los tacos de carnitas, de barbacoa, de cecina, de camarón y hasta de jabalí y cocodrilo dorándose a fuego lento, junto con el bullicio de cientos de familias que recorrieron la plaza principal de Metepec, dieron vida a la cuarta edición de la Feria del Barro y el Taco, una fiesta que, más allá de los sabores, se ha convertido en un escaparate de identidad y orgullo para este Pueblo Mágico.

El pasado fin de semana, desde temprana hora en las instalaciones de la Plaza Juárez, los puestos comenzaron a armarse: artesanos ofrecieron vajillas, cazuelas y figuras que recordaban que este municipio no solo se cocina en los fogones, también se moldea con las manos.

Entre el ir y venir de visitantes, el alcalde Fernando Flores Fernández recorrió la feria acompañado de artesanos y restauranteros. En su mensaje, destacó que en Metepec existe un registro de 18 mil unidades económicas formales, que no solo generan ingresos, sino que también son un motor de riqueza y progreso para la comunidad.

“Es una razón para apoyar y empoderar a los emprendedores y pequeños empresarios”, expresó el edil, al recordar que el municipio respalda a este sector con la Escuela de Negocios y diversos esquemas de financiamiento y capacitación.

En los pasillos, las familias hacían fila para probar desde el taco clásico de bistec con salsa verde, los de barbacoa de horno, cecina adobada o tortillas de maíz azul acompañadas de guisos tradicionales, hasta preparaciones más elaboradas como pulpo al pastor, jabalí o cocodrilo. Los más atrevidos buscaban las nuevas fusiones gastronómicas que también tuvieron su espacio en esta edición.

La feria no solo se trató de vender y degustar. Los artesanos del barro aprovecharon para mostrar cómo la tradición y la innovación pueden convivir: cazuelas pintadas a mano, vajillas contemporáneas y figuras que mezclaban lo prehispánico con lo moderno. Todo, con el sello metepequense.

La jornada cerró con la satisfacción de quienes no solo probaron un taco, sino que también se llevaron a casa una pieza de barro y, sobre todo, la certeza de que Metepec sigue construyendo comunidad a través de sus tradiciones. La feria, como cada año, no fue solo un evento: fue un recordatorio de que la gastronomía y el arte popular siguen siendo la raíz viva de este Pueblo Mágico.

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