Después de muchos aplazamientos y mensajes desviados, el plazo del presidente Trump a México del jueves 31 de julio para ver resultados concretos en la destrucción de la narcopolítica en México –concretamente en Sinaloa- llevará a la decisión de aplicar un castigo de 30 por ciento en aranceles por razones de narcotráfico.
La respuesta de Palacio Nacional ha avanzado mucho en decomisos de huachicol que no han generado entusiasmo en EU y de algunos de fentanilo que tampoco han cambiado las exigencias. En su carta del 12 de julio, Trump fue muy claro: resultados en narcopolítica.
Para quienes sepan leer en clave política, en Washington están esperando que en Sinaloa se tome la decisión estratégica de desplazar de la gubernatura a Rubén Rocha Moya y que las fuerzas mexicanas de seguridad tomen físicamente por asalto las instalaciones territoriales del Cártel de Sinaloa.
Las razones de las exigencias de EU son muy obvias: el arresto de los jefes del Cártel de Sinaloa –El Chapo, sus hijos Ovidio y Joaquín, y El Mayo Zambada- no terminaron con la producción de fentanilo en la zona y los grupos sobrevivientes en Sinaloa –Los Chapitos y Los Mayitos– entraron en una guerra criminal a balazos para quedarse con la plaza.
La argumentación mexicana de que el costo de 30 por ciento de aranceles contra México afectaría al consumidor mexicano ni siquiera es razonado en la Casa Blanca porque su cálculo es de modelo de economía suma cero: la liquidación de la estructura del narco en Sinaloa destruiría el centro neurálgico de fentanilo, además de que la economía estadounidense tiene mecanismos propios de compensación de daños.
En la estrategia de Trump hacia el narcotráfico mexicano ya no hay margen de maniobra. El plazo al 31 de julio es perentorio y en estos días se ataca la estructura política del narco o los aranceles comenzarán el viernes 1 de agosto.
Zona Zero
El embajador estadounidense, Ronald Johnson, está jugando con habilidad de dotes diplomáticas para cumplir con las instrucciones de la Casa Blanca de presionar a México, pero sin llegar a las agresiones ofensivas de John Gavin con Reagan. Para ello ha comenzado a traer a México a empresarios y legisladores que coinciden con la estrategia de Trump, para analizar la agenda bilateral desde la óptica americana. El dato debe interpretarse con milicia: los legisladores de EU juegan con la Casa Blanca, no con los intereses diplomáticos menguados de México.
(*) Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.
@carlosramirezh