Hace poco inició una campaña para dar a conocer e invitar a quienes vivimos en Ciudad de México para acudir a las elecciones del proyecto del Presupuesto Participativo.
En estos ejercicios tienen la intención de que la ciudadanía vote por los proyectos vecinales o barriales para que se hagan modificaciones o mejoras cerca de su casa.
La idea es lograr que los recursos se gasten en lo que la ciudadanía quiere y necesita, pero la realidad es que eso raras veces sucede. La participación en esos ejercicios no rebasa el 10 por ciento del padrón, los vecinos se muestran más bien apáticos y los que participan se declaran frecuentemente molestos por los pocos resultados.
Voy a hacer un ejercicio de contrición. Confieso que al menos desde que iniciaron las consultas del Presupuesto Participativo de manera regular (en 2011) no recuerdo haber participado en ninguna de estas consultas.
Este año el ejercicio es el 17 de agosto y no tengo claro qué proyectos son posibles de realizar en mi zona, o una información más allá de que hay inscritos 13 mil 356 proyectos.
Este año, además, el Instituto Electoral de Ciudad de México me dejó sin pretextos porque lanzó una aplicación desde donde se puede registrar y participar de manera anticipada. Ni las vacaciones podrían ser un pretexto válido.
Evidentemente, la falta es mía. Sobre todo porque en más de un capítulo de este espacio he peleado y confrontado la apatía ciudadana, la misma que tengo por el ejercicio, si seguimos en la dinámica de las confesiones.
Sin embargo, no puedo evitar preguntarme, y aquí la duda genuina, ¿por qué estamos tan dispuestos a que alguien decida sobre el destino de los recursos?
Si frecuentemente nuestra queja es que los gobiernos utilizan el erario para fines que no aprobamos, que no hay un seguimiento y que las obras u objetivos están apuntados a los fines electorales, deberíamos ocupar todos los espacios posibles.
Después de mi crítica a mi propio ejercicio ciudadano, viene la que tengo hacia la contraparte. Según los estudios académicos hechos por universidades como la UAM, la ciudadanía no participa porque tiene la percepción que esos esfuerzos están cooptados por una minoría partidizada.
La falta de resultados es otro factor. Pero en general creo que la falla está principalmente en nuestra apatía, en el margen de maniobra tan amplio que dejamos a los grupos minoritarios o a los mismos gobiernos para que ese presupuesto se ejerza sin mucha dirección.
Si hasta ahora hemos peleado por la transparencia y la rendición de cuentas, empezar por poner un objetivo ciudadano (y darle un seguimiento a su cumplimiento) debería ser otra de nuestras batallas.
Normalmente la crítica más severa va dirigida a las autoridades, pero esta vez el dedo que los señala también abarca a la ciudadanía y tendremos que actuar en consecuencia.
Por mi parte y desde mi esfera de acción, voy a participar en el ejercicio. Quizá esta vez, sí cambie algo en mi comunidad.
@Micmoya