Nacido al lado del fogón de la cocina de su abuela, en una comunidad indígena de extrema pobreza, víctima de bullying y discriminación por su forma de hablar español, Hugo Aguilar Ortiz llega a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) con el respaldo de 6.1 millones de votos para, asegura, plantar cara a los otros poderes, ya sean constitucionales, fácticos y económicos.
-¿Cómo será el diálogo con los poderes constitucionales, fácticos y económicos? -se le cuestionó.
– No va a haber diálogo en lo oscurito, no va a haber arreglos debajo de la mesa con nadie. Con nadie es con nadie, ni con las entidades de autoridad. Vamos a dialogar porque creo yo que México requiere diálogo y construcción colectiva de su futuro. Eso requiere México
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La suerte del próximo presidente de la Suprema Corte estaba echada para irse al norte de “mojado”, como la mayoría de los hombres de la mixteca oaxaqueña; a finales de los 80, durante el sexenio de Carlos Salinas, dormía sobre un cartón en una habitación en condiciones paupérrimas, por lo que estuvo a punto de tirar la toalla y aventurarse hacia Estados Unidos, en lugar de terminar sus estudios en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Oaxaca.
Aprendizajes desde el pasado
A más de 30 años de distancia y a unos días de asumir las riendas del Alto Tribunal, Aguilar evoca sus reflexiones de esa época sobre si “la pobreza era eterna”, pues desde que recuerda su familia y comunidad siempre estuvieron en esa condición; pero hubo una cosa que cambió el destino: su familia vendió un terreno para que él pudiera concluir sus estudios universitarios.
Su abuela materna, que vivía en una casa de “palos, casi un corral”, sacrificó un pedazo de tierra y “este terreno es el que vendieron para que yo pudiera estudiar, ya últimamente pude reponer el terrenito”.
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El principal agradecimiento es para sus padres, no solo “por haber proveído mis estudios, sino por la formación, por la convicción”.
Una vida en comunidad
El ministro electo es originario de Villa de Guadalupe Victoria, en San Miguel el Grande, Oaxaca, una comunidad de poco más de 700 habitantes, que solo cuenta con una escuela primaria rural y donde Aguilar pasó la primera parte de su vida entre carencias, clases y cultivando la tierra.
Su abuela fue partera y asistió a su madre en el alumbramiento. Su otra abuela cuidaba chivos y su padre fue maestro rural. Por eso, el próximo presidente de la Corte tiene claro que lo único que lo mantendrá “con los pies en la tierra” al enfrentar temas de trascendencia nacional será regresar a su comunidad y seguir participando en sus tradiciones.
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Entre los recuerdos que mantiene de su niñez es que tuvo que salir del pueblo para estudiar la secundaria, época en la que fue víctima de bullying por su forma de hablar español, algo que lo marcó, pero se aferró a que no le afectara a través de enfocarse en sus estudios y convertirse en un caso sui géneris para los hombres de la sierra mixteca, pues llegó a la Facultad de Derecho.
Ya en su etapa de universitario, se involucró en movimientos sociales en defensa de los Pueblos Indígenas, cuando ese tema era prácticamente ignorado, por lo que se acercó al EZLN, que considera uno de los movimientos trascendentales para el país.
“En el 94 se da el levantamiento zapatista, yo estaba en cuarto año de la carrera, se convoca la organización en la que yo estaba como asesor zapatista, Servicios del Pueblo MIXE, acudimos a la Convención Nacional Democrática, otro compañero y yo, Adelfo Regino, acudimos a estos diálogos en San Andrés.
Reivindicar lo olvidado
El virtual presidente de la Corte recapitula la etapa de universitario, cuando en Oaxaca organizaba “foros de realidad indígena, negra y popular”, pero reconoce que era un diálogo sordo, debido a que aunque fueran las mejores propuestas el Estado no los escuchaba ni los veía, y años después esa sería una de las principales contribuciones del movimiento guerrillero de Chiapas: poner en el centro de la agenda nacional a los Pueblos Indígenas.
La cara visible del movimiento zapatista fue el subcomandante Marcos, de quien Hugo Aguilar expresa: “es de reconocer a alguien que se entrega a su causa y que lo hace con dignidad, para estar dispuesto a dejar todas las comodidades, los recursos, futuro, porque en cualquier momento puede ser asesinado”.
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El movimiento zapatista y otras luchas sociales de corte guerrillero, como la que libró Lucio Cabañas en Guerrero en los 70, fueron parte de la amalgama que forjó los “principios básicos para construir un Estado pluricultural”, a través de cambios constitucionales que han tomado años.
Y uno de los más recientes es la reforma judicial, sobre la que Hugo Aguilar reconoce que, sin ella, una persona con sus características nunca habría siquiera aspirado a ser ministro.
Convicción
El ministro electo señala, en entrevista exclusiva con 24 HORAS, que es aficionado a andar en bicicleta y que a eso se dedica en sus tiempos libres; en momentos en que está a la cabeza de la transición en la Suprema Corte, indica que no tiene una pesada carga de intereses a los cuales servir, por lo que llega con la convicción de sentar las bases de la transformación en el Alto Tribunal, imponer cero tolerancia a la corrupción y abrir la Corte para escuchar a sectores que fueron sistemáticamente olvidados por el Poder Judicial.
Reconoce que, hasta hace poco, su nombre era desconocido para la élite del Derecho, pero considera que 30 años de trayectoria ayudando a movimientos de resistencia indígena, campesina y afromexicana le permitieron obtener el respaldo popular para ganar las elecciones de la Suprema Corte.
Hugo Aguilar admite que será difícil eludir las presiones, porque todos los grupos buscan defender sus intereses, pero ofrece “escuchar razonamientos, pruebas, pero eso no va a incidir en la decisión. Va a haber un momento en que nosotros diremos hasta aquí terminó toda la interacción y a la hora de tomar decisión lo haremos con entera libertad”.