En el camino de una niña siempre habrá un abuelo, un abuelo que actúa como puente entre el alma y la herencia emocional.
Mi abuelo fue la ternura, la presencia silenciosa que me sostenía sin palabras, el ejemplo que quedó grabado en mi memoria como un susurro de seguridad, que regresa cuando lo necesito, me cuidó con la mirada, me enseñó sin imponer y desde su forma me mostró el lenguaje de la bondad solo con hechos, a cada lugar que me llevaba siempre hacía algo que de alguna manera tocaba la sensibilidad de la gente, yo veía el agradecimiento hacia él en los ojos de las personas.
Por eso, aunque ya no esté, aunque ya no lo vea, su amor no se fue, está en mi forma de confiar, en mi deseo de avanzar, en mi manera de cuidar, porque lo que un abuelo siembra en una nieta no desaparece, se transforma en raíz, en fuerza, en certeza. Tuve un abuelo que me marcó el alma.
Cuando un abuelo parte y un bebé nace sucede algo sagrado en la familia. A veces un alma se va y al poco tiempo llega otra, ese fue el caso con mi segunda hija, trajo consuelo… el abuelo se había ido, dejando un silencio imposible de llenar, una silla vacía, una voz que ya no se escucharía nunca más, ella se convirtió en un puente entre el dolor y la esperanza, entre lo que se fue y lo que recién empezaba, porque así es el alma, cuando algo muere… algo nace. Hay algo en mi hija que me lo recuerda, no para cargar su historia, sino para agradecer su paso, no para continuar su destino, sino para abrir un camino nuevo con su fuerza detrás de él.
Todavía hablamos de ti abuelo, y hablamos de ti, aunque ya no estás. Sigues apareciendo en medio de nuestras conversaciones, no te imaginas cuántas veces alguien menciona tu nombre y se le humedecen los ojos como si el alma aún no supiera que te fuiste, todavía hablamos de ti como si nos escucharas desde la otra habitación, como si fueras a entrar de pronto con esa sonrisa y picardía que te caracterizaba. Te seguimos incluyendo en todo, en el café, en los silencios, en los sueños, no para retenerte sino para no olvidarnos de quiénes éramos cuando estabas. Hablar de ti es seguir amándote de este lado del mundo.
Hace poco hablaba con una de mis hijas de lo que significa el legado. Y ella muy sabiamente me dijo… Mamá no nos digas qué es lo que te gustaría dejar para nosotras como legado emocional, los hechos y las acciones son el resultado real y genuino de un legado, más que las palabras o… ¿apoco tu abuelo se sentó a dictarte la carta que le acabas de dedicar? Él se sorprendería de todo el amor con el que lo recuerdan, él regalaba bondad sin proponérselo.
Sus palabras me dieron una gran lección, entonces decidí que… en vida mis acciones serán anónimas y mis hijas se encargarán de descifrarlas. El amor por ellas queda implícito como lo reciban, será el resultado de cómo me recuerden. Eso es lo que hizo Tololocho (así le decía a mi abuelo).
Al pasar de los años supe que él y la abuela eran parte del voluntariado del Hospital General y cuando fui maestra de ceremonias en un evento siendo voluntaria del mismo hospital, se me acercó la nieta de la fundadora del voluntariado y me dijo… mi abuela está internada le dará mucho gusto saber que eres nieta de los Sres. Vázquez. La emoción me rebasó. Esas son acciones sin palabras con un legado de amor.
Me he dado cuenta de que la persona no muere cuando deja de respirar, muere cuando es olvidada.
Con cariño; Marcela.
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