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Parásitos

Por: Eusebio Ruiz Ruiz

Un parásito vive gracias a otro organismo, se hospeda y se beneficia del que le brinda hospedaje. Es abusivo, causa daño y enferma.

Ningún ambiente está exento del peligro de los parásitos, en cualquier lugar podemos encontrar al que vive a expensas de otros.Es dependiente, así quiere ser, considera que es lo más conveniente. Su dependencia se genera porque allí donde está hay de donde mal vivir, la bandeja está servida, todo lo recibe, ya está masticadito, hay regalos, y algunos son en efectivo.Se conforma con lo que recibe, el conformismo lo caracteriza.No tiene voz, no exige cuentas, si se queja se le puede cancelar el hospedaje, ni quejarse puede.Carece de iniciativa y de ánimo.

La única decisión que puede tomar es la de seguir en donde está.Es pasivo, no lucha, no se esfuerza, espera la ayuda.Rehúye el trabajo, reina la flojera.Educación, salud, seguridad, paz y justicia, son temas que no interesan.La democracia se le desvanece.Algunos se arrastran, como el gusano; otros se prenden, como la garrapata, no sueltan al que los mantiene.Engordan en las heridas que tiene el que los aloja.

Construye su repugnante nido allí donde se encuentra la benignidad, la riqueza, el poder, la grandeza o la persona caritativa.Los parásitos más peligrosos son los que buscan a los corazones más elevados.No le importa el bienestar del hospedador, menos se va a interesar por otros, el bien común está ausente, se preocupa de que las cosas estén bien en lo individual y en el presente.Un gobierno paternalista autoritario transforma en parásito al gobernado que así lo desee, al que se deje. Si los parásitos crecen en número, se corre el peligro de una plaga.

Los parásitos tienen su importancia, juegan un papel decisivo en los ecosistemas, contribuyen a la biodiversidad. El otro tipo de parásitos son importantes cuando el gobierno paternalista los ocupa para permanecer en la silla, son una buena inversión a la hora en que papi gobierno-mandón necesita de ellos.

Los escritos socialistas sobre el trabajo, de Paul Lafargue, yerno de Karl Marx, se vuelven realidad cuando la plaga de parásitos se extiende en la sociedad.

Para los parásitos el trabajo es una carga muy pesada e insoportable.Lafargue sostiene que el trabajo es una maldición que mata, la peor de las esclavitudes, la fuente principal del sufrimiento, un vicio, una calamidad terrible y embrutecedora, una pasión desordenada y depravada, una aberración mental.

Del trabajo -escribe Lafargue- surge el enajenamiento, la miseria, la fatiga, la degeneración intelectual, la deformación orgánica; trabajar con celo produce degradación. Eso es el trabajo para el parásito.

Cuando Lafargue habla sobre la jornada de trabajo dice que debe durar 3 horas diarias, 5 o 6 cuando mucho. ¿No ha escuchado algo muy parecido en la actualidad?, incluso habla de que se necesita una ley férrea para prohibir el trabajo y no imponerlo, además exalta y justifica a la pereza.

¿Cuando los apoyos sociales se disparan de manera desordenada no es una forma de legislar en contra del trabajo y a favor de lo que el autor marxista llama el “derecho a la pereza”?Distintas son las razones por las que los parásitos mueren: La muerte del que lo hospeda, la eliminación por tratamientos antiparasitarios, el sistema inmunitario responde de la manera adecuada o la carencia de un ambiente propicio para su supervivencia. Se requiere de profundos cambios estructurales para que los parásitos dejen de serlo y se pongan a trabajar.

Cuando los apoyos sociales están bien diseñados y se distribuyen con quien los necesita y los merece, los beneficios se valoran, sirven de impulso para seguir adelante, son aprovechados para cumplir metas establecidas, se utilizan como trampolín para iniciar el progreso o seguir progresando, motivan, hay satisfacción por los logros gracias al trabajo.

Si los apoyos sociales se reparten sin ton ni son, sólo por clientelismo político, se pierde el interés por el trabajo, se vuelven la droga que adormece y controla, “el opio del pueblo”, las personas se vuelven dependientes, no hay esfuerzo, el trabajo no es buscado y se termina como la gallinita. Hace un tiempo, había una pequeña gallinita que rascaba en el corral, hasta que un día descubrió unos granos de maíz. Llamó a todos sus vecinos y les dijo: Si sembramos este maíz tendremos tortillas para comer.

¿Quién me ayudará a sembrarlo?Yo no, contestó la vaca.Yo tampoco, dijo el pato.Lo mismo yo, dijo el buey.Entonces yo, contestó la pequeña gallinita. Y lo hizo.El maíz creció alto y maduró en granos dorados.¿Quién me ayudará a cosechar mi maíz?, preguntó la pequeña gallinita.Yo no, contestó el pato.

Está fuera de mi departamento, contestó el burro.Yo perdería mi antigüedad, dijo la vaca.Y yo mis beneficios de desempleo, dijo el buey.

Entonces yo lo haré, dijo la pequeña gallinita y así lo hizo.Al fin vino la hora de preparar las tortillas.¿Quién me ayuda a hacer tortillas?, preguntó la pequeña gallinita.Eso significaría tiempo extra para mí, dijo la vaca.Perdería mi subsidio, dijo el pato.Soy un fracasado en los estudios y nunca aprendí como hacerlas, además perdería mi beca, dijo el burro.Si voy a ser el único ayudante, eso sería discriminatorio, dijo el buey.Entonces yo las haré, dijo la pequeña gallinita.Hizo cinco docenas y las presumió a sus vecinos. Todos querían, y es más exigían una parte.

Pero la pequeña gallinita dijo: No, yo solita me las puedo comer todas.Exceso de utilidades, gritó la vaca.Parásito capitalista, acusó el pato.

Exijo mis derechos, exclamó el buey.Y el burro nomás rebuznó.Todos pintaron pancartas acusando de “INJUSTICIA”, y marcharon alrededor de la pequeña gallinita gritándole majaderías.Cuando vino el representante del gobierno, le dijo a la pequeña gallinita: No debes ser codiciosa.

Pero si yo me gané las tortillas, dijo la pequeña gallinita.Exactamente -dijo el representante gubernamental- Eso es lo maravilloso del sistema de la libre empresa.

Cualquiera en el corral puede ganar cuanto quiera. Pero bajo nuestros reglamentos gubernamentales modernos, los que producen deben compartir sus utilidades con los ociosos.

Y vivieron felices para siempre, incluyendo a la pequeña gallinita, quien sonreía y cacareaba. Estoy muy agradecida, muy agradecida, muy agradecida.Pero sus vecinos se preguntaban: ¿Por qué jamás volvió a hacer tortillas?El economista Luis Pazos publicó este cuentito en un escrito titulado: “Como acabar con la economía de un país en diez lecciones”.

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