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No se puede expulsar a la gente de sus casas, de su tierra. El plan que propone el presidente estadounidense Donald Trump, con el visto bueno del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, tiene muchas aristas que conviene calibrar.

Lo que están buscando es reubicar a dos millones de ciudadanos palestinos en otros países cercanos a la causa palestina y afectos a ellos. Es decir, al final se trata de una expulsión de sus casas, sus tierras, para que los acojan países como Líbano o Siria quienes, por cierto, ya lo han hecho en otras ocasiones.

Hablan de “elección libre” para los palestinos y aducen que así no vivirán en ninguna “prisión”. Esa “prisión” es su casa, su hogar, su tierra. Son palabras duras y falaces para unos ciudadanos palestinos que buscan acabar con los bombardeos israelíes.

Es cierto que lo que ocurrió el 7 de octubre de 2023 marcó una inflexión. Fueron mil 219 asesinatos a manos de Hamás. Además, hubo 251 de los cuales se calcula que solamente quedan 20 vivos.

Lo que Hamás hizo fue un delito de lesa humanidad.  Eso es incuestionable. Pero lo que no se puede con este acto terrible es que sea una excusa para sacar a los palestinos de sus casas y mandar a la población civil a un ostracismo que tampoco quieren. Recordemos que una cosa es Hamás y otra la población civil.

Una última cosa, la creación de la “Riviera de Oriente Medio”, que implica la expulsión de los gazatíes de su tierra y la creación de una zona exclusiva, no es más que un insulto, una afrenta, ya no sólo a los palestinos, sino a cualquier persona de bien.

 

    @pelaez_alberto

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