Las carreteras mexicanas, las de paga y las libres, todas por igual, son un verdadero desastre. Sin mantenimiento, sin vigilancia y sin la debida atención desde los tres niveles de Gobierno. A nadie, absolutamente a nadie, desde el Gobierno federal y los gobiernos estatales y municipales, parece interesarles en realidad que la infraestructura carretera en México se esté cayendo a pedazos desde lo estructural a lo operativo. Las autopistas, las carreteras federales, los caminos rurales y las distintas brechas que conectan las diferentes regiones y comunidades del país son un verdadero desastre y una trampa mortal para todos aquellos quienes por necesidad tienen que utilizarlas a diario.
Y se trata de una hidra de múltiples cabezas: baches, falta de señalizaciones, asaltos (al transporte de carga, al transporte público, a conductores particulares), acoso e intimidación por parte de la delincuencia organizada cuando circulas por zonas que, según ellos, son “su” territorio. Y no importan la hora, el día de la semana o el lugar, el peligro está desde Baja California a Yucatán o desde Michoacán a Veracruz. Circular por las carreteras de México se ha convertido en el deporte de alto riesgo más practicado por los mexicanos.
Por eso, la gente está harta, fastidiada. Por ello bloquean carreteras y “toman” casetas de peaje para manifestar su malestar y desesperación. No hay respuesta alguna, mucho menos acciones concretas, por parte de la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes (SICT) y Caminos y Puentes Federales de Ingresos y Servicios Conexos (Capufe), pues sus titulares, Jesús Antonio Medina Esteva y Rubén Arturo Hernández Bermúdez, respectivamente, prefieren que todas las problemáticas que atañen a este sector queden sepultadas mediáticamente por otras coyunturas más complejas.
Según el Gobierno mexicano, a través de la SICT planea invertir 56 mil 549 millones de pesos (mdp) en infraestructura carretera para este año. Este presupuesto forma parte de una inversión mayor que contempla 369 mil 814 millones de pesos de 2025 a 2030 para la construcción y modernización de carreteras en el país. Sin embargo, una vez que ya rebasamos la mitad de este 2025, muchos preguntamos dónde se han aplicado estos recursos porque quienes utilizamos a diario las distintas carreteras del país no vemos mejora alguna en ningún rubro.
La Policía Federal de Caminos ya no existe. Desapareció en 2019 para dar paso a una Guardia Nacional (GN) que prácticamente no hace nada para garantizar la seguridad de transportistas y conductores. A esta instancia le corresponden la vigilancia del tránsito en caminos federales, el mantenimiento del orden y la seguridad en las carreteras. La prevención de delitos en zonas de alta incidencia delictiva y también debe colaborar con otras autoridades en materia de seguridad pública, lo que incluye auxiliar las a policías estatales y municipales… pero la realidad es que eso ocurre muy pocas veces en la práctica, pues los usuarios de la infraestructura carretera estamos a la buena de Dios.
Y de accidentes carreteros mejor ni hablemos. Los otrora siempre presentes y eficientes Ángeles Verdes cada vez son menos frecuentes para auxiliar a los conductores. Esta corporación, la cual es un órgano desconcentrado de la Secretaría de Turismo (Sectur) y cuya función primordial es prestar servicios integrales de información, orientación, asesoría, asistencia, emergencia mecánica, auxilio y apoyo al turista nacional y extranjero cada vez está más ausente.
Urge que mejore la situación de nuestras autopistas, carreteras, caminos y brechas.
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