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Por Sabina Berman

1. –Existen dos tipos de corrupciones. La estructural y la de los individuos. El presidente López Obrador considera a la estructural como la más grave.

En el 2019 me lo dijo en entrevista la entonces Secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, es decir la encargada de detectar y sancionar la corrupción.

El presidente había decidido ignorar la corrupción de los individuos de su burocracia y cargar todas sus energías para extinguir lo que para él era la corrupción más profunda y con mayor consecuencia, y desde luego la más cuantiosa. La corrupción estructurada en un régimen neoliberal, que favorecía de forma sistemática y legal los intereses de los mayores capitalistas del país, en detrimento de las otras clases sociales.

Y la 4T fue consecuente a lo largo de su sexenio con esa decisión de López Obrador.

2. Tan consecuente, que hoy atestiguamos la conclusión del cambio de paradigma del gobierno del país.

La regulación del trabajo en las plataformas digitales, recién anunciada, es un trozo de ese nuevo régimen.

Lo mismo que el aumento de las ayudas sociales.

Y también la toma del Poder Judicial por una mayoría personas afines al pensamiento de Izquierda que reza: para el bien de todos, primero los que fueron expoliados más por el neoliberalismo.

Una toma facilitada por los mismos neoliberales, que se ausentaron de la elección de los nuevos jueces del Poder Judicial, y se quedaron en los medios comerciales –su último bastión—gritando ¡Fraude, fraude!

3. Veremos en breve casos que delaten el cambio de paradigma. No acabará el año antes de que el billonario Salinas Pliego, y otros deudores fiscales que fueron protegidos por el PJ, paguen lo que deben al Estado.

Veremos igual en el año 2026 la aprobación de la reforma eléctrica y la reforma del agua, que al contrario de las leyes vigentes, obligarán al Estado a proveer también a los pobres que no puedan pagarlas electricidad y agua corriente.

4. Mientras eso camina en ruta con el beneplácito de la mayor parte de la población, resulta oportuno volver a la pregunta de qué hacemos con la corrupción de los individuos corruptos insertados en la burocracia de la 4T.

No, no se trata de algunos granos negros en el arroz blanco. Se trata de gobernadores. Algunos secretarios de estado. Una parte cada vez más crecida de burócratas de los escalafones medios.

La secretaria de Economía, Raquel Buenrostro, le puso en una entrevista cifra a esa corrupción individual. 20% del presupuesto. ¡La quinta parte se va a las cuentas de bancos de burócratas, como premio a traicionar el bien común!

Pero más allá de la pérdida de presupuesto y la torcedura en las decisiones, esos corruptos insertados en el proyecto de la Izquierda representan un peligro mayor. Podrían contaminar el proyecto total: como las células mórbidas del cáncer se reproducen más rápido que las células sanas: la corrupción individual está creciendo…

En otros 20 artículos previos esta que escribe ha insistido que es tiempo ahora, ya en camino seguro de extinguir la corrupción estructural, que la 4T mire, delate y sancione la corrupción individual en su propia burocracia.

Qué curioso: de nuevo en ello la Oposición neoliberal desde su bastión de los medios comerciales le ayuda a los peores demonios de la 4T, al insistir que nuestra encrucijada es entre una Dictadura y la libertad individual.

No. Para nada. La disyuntiva de la 4T (y del país, mientras la 4T gobierne) es entre la eficacia y la corrupción.

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