La comunidad rarámuri, en la sierra Tarahumara de Chihuahua, nunca olvida, y ante la situación de violencia que se vive en la entidad, lo único que se ha podido hacer es honrar la memoria de mis compañeros jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín Mora Salazar, para llenar ese vacío que dejaron entre nosotros, dijo Javier Ávila Aguirre, conocido como el padre Pato.
Hoy, 20 de junio, se cumplen tres años del asesinato de los padres Gallo y Morita, como se les conocía en la región, así como del guía turístico Pedro Palma, en la iglesia de la comunidad de Cerocahui, localizada en Urique, Chihuahua.
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Diversas comunidades en Cerocahui “los guían para que lleguen a Dios, a través de la comida, la música y rituales que les ofrecen cada año”, señaló el padre Pato, en entrevista para este medio. Esta es la última celebración que los indígenas les realizarán conforme a la tradición de acompañar a sus muertos, pues luego del tercer festejo podrán llegar al cielo.
La huella que dejaron ambos misioneros entre la comunidad es de tristeza, pero también “sienten que deben ayudarles en el camino para la tierra a la eternidad, ir por el camino sacándole las piedras, los estorbos, porque ellos creen que todavía sigue esa responsabilidad con el que termina su caminar aquí entre nosotros, pero inicia el caminar hacia la vida eterna”, detalló.
LOS LLEVAN EN LA MEMORIA
“Para nosotros ellos siguen vivos, danzan con nosotros y están entre nosotros”, aseguró Silvina Salmerón, misionera en la Tarahumara que conoció a ambos sacerdotes desde sus cuatro años.
Matilde, de la comunidad de Guicorachi, dijo que “el padre Gallo era muy conocido entre nosotros, porque cantaba como un gallo, y Catalina Corrales, de la comunidad de San Isidro Gavilanes, pidió que “no se olviden, porque eran nuestros amigos. El Gallo no se va a olvidar tan fácil ni Joaquín tampoco”.
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Sentimientos que fueron plasmados en un video conmemorativo publicado por la comunidad Jesuitas de México en redes sociales.
El padre Pato aseguró que las comunidades rarámuris de Cerocahui viven con Campos y Mora en sus corazones: “Cuando se entierra a un rarámuri, por tradición se les pone comida y un matachín en el ataúd, y con esta tercera fiesta, la última (una cada año), se toca el cuerpo simbólicamente en señal de que ya llegó al cielo”.
Las autoridades dieron por cerrado el caso tras la muerte de José Noriel Portillo El Chueco, su verdugo, el 18 de marzo de 2023, nueve meses después del crimen.
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La Compañía de Jesús, a la que pertenecían los dos religiosos asesinados, aseguró que la muerte del responsable del crimen no representa ningún triunfo para la justicia ni una solución al problema estructural de violencia en la Sierra Tarahumara, dijo el cura.
“La ausencia de un proceso legal conforme a derecho con relación a los homicidios, implicaría un fracaso del Estado mexicano frente a sus deberes básicos”.
HOY REPICARÁN LAS CAMPANAS
Por ello, agregó el padre Pato, como iglesia siempre apostamos a la memoria; ya llevamos tres años con los Diálogos por la Paz en casi todos los estados. “El trabajo no es de la Iglesia, el trabajo de la paz es de los ciudadanos; eso es un evento de reclamo y un señalamiento de una urgencia de la sociedad”.
La Conferencia del Episcopado Mexicano convocó, a través de redes sociales, a “un repique de campanas en todos los templos del país a las 15:00 horas, para después orar por las víctimas de la violencia e informar de los avances de este movimiento.
“Cada muerte y cada desaparecido en el país da sentido a este movimiento”, se lee.
El día que ejecutaron a Gallo y Morita
En medio de una borrachera, luego de haber cometido el asesinato del árbitro de un equipo de beisbol, el 20 de junio de 2022, Noriel Portillo El Chueco ardió en cólera cuando el guía de turistas Pedro Palma le pidió moderar su festejo, en el hotel Misión Cerocahui.
Esto derivó en su persecución y crimen, así como de los sacerdotes jesuitas, Javier Campos y Joaquín Mora, quienes buscaron protegerlo mientras intentaba refugiarse en la iglesia.
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Sin embargo, el delincuente entró, baleó a Palma y lo arrastró por el atrio. Los sacerdotes intentaron disuadirlo de no utilizar la violencia, pero sin mediar palabra El Chueco ejecutó a los misioneros jesuitas y junto con otros sujetos, se llevó los cuerpos de las tres víctimas.
Testigos aseguran que Noriel Portillo llegó a comentar que “nosotros tenemos por norma nunca dejarlos en el lugar donde los ejecutamos” y que el desaparecerlos es parte del castigo que reciben por haberse cruzado en el camino.
Tras meses de exigir justicia por el asesinato de los padres, Portillo fue encontrado el 18 de marzo de 2023, ejecutado con un disparo en la sien, en un camino de terracería de Picachos, municipio de Choix, Sinaloa, hecho que fue confirmado por la Fiscalía del estado.