El Doctor Patán leyó que en el Senado están rentando las instalaciones para fiestas particulares, y dijo: “De aquí soy”. Cuando uno llega a ciertas edades, cada cumpleaños tiene que celebrarse como un triunfo contra la vida, que es implacable y avanza a velocidad de crucero rumbo a su final.
Nada de “Vamos a los taquitos que te gustan, papá”, o de, “¿y si hacemos algo chiquito en la casa? Puede cocinar Abi y ahorita los vinos están con 20 por ciento de descuento en el súper”. No. Las cosas tienen que hacerse a lo grande, porque esta vida es la única que tienes, así que, me dije, vamos a ver si tienen lugar para septiembre.
Me vi: recepción con copa de espumoso en el lobby, probablemente con un vocero que grita el nombre de cada invitado que llega; un discurso de agradecimiento en el pleno por su servidor; mesas para la cena, otra vez en el lobby, y una pista de baile no muy grande, pero sí muy iluminada. No les voy a decir que sería una fiesta nivel los bodocones y sus socios, porque a tanto no se puede aspirar –ni el Senado ni mi bolsillo aguantan un festival de charrería–, pero, francamente, no estaría corta de fastuosidad.
Lo único es que tengo algunas dudas de orden digamos que operativo. Por ejemplo: si ese día hay bloqueo de la CNTE, los de Ayotzinapa o el ambulantaje, ¿hay reembolso, o al menos te dejan reagendar la fiesta? Sobre la llegada, ¿puede entrar Uber, o se ponen en plan aeropuerto Benito Juárez?
La más importante, ¿habría, al mismo tiempo, sesión con los compañeros representantes populares? Lo digo porque, más allá de que se traslapen ambas sesiones, tengo la percepción de que varios compañeros del movimiento en la Cámara Alta son como de meterse a la fiesta, lo que obligaría –para nada es queja– a calcular al alza el volumen de canapés y, en mayor medida, de alcohol, y sobre todo a poner sobre aviso a los invitados.
Digo: puede ser un poco raro estar platicando de lo que sea con los amigos de toda la vida y de pronto descubrir que se sumó al grupo el compañero presidente del Senado, haciéndole caras a un hojaldre de foie con reducción de Pedro Ximénez que le pepenó al mesero, o que algún cincuentón sobre-hormoneado está tratando de ligarse a tu esposa mientras recita poesía en una de las mesas.
O lo peor, ¿y si uno de los senadores, a medios chiles, se acerca con el DJ y le pide unas canciones de Silvio Rodríguez? Imagínense. Tanta inversión y, sobre todo, tantas ilusiones invertidas para que todas tus amistades se vayan de la fiesta para, justificadamente, no volver.
@juliopatan09