Redacción
El caso de Naomi Sofía Figueroa Álvarez provocó un intenso debate público luego de que su imagen circulara ampliamente en redes sociales tras admitir, frente a una cámara, su participación en un acto que involucró la muerte de un perro durante un ritual. La escena fue difundida en plataformas digitales y causó malestar entre ciudadanos, activistas y organizaciones dedicadas a la protección animal.
La mujer fue señalada como vinculada anteriormente al gobierno municipal de Guadalajara. Su aparición en el video desató cuestionamientos sobre su papel en la función pública y su relación con valores institucionales como la promoción del respeto, el bienestar animal y la convivencia.
Después de difundirse las imágenes, Figueroa fue blanco de críticas por parte de asociaciones defensoras de animales, que exigieron sanciones legales y administrativas. Su testimonio encendió las alarmas por la naturaleza de los hechos y el posible mensaje que transmite, especialmente al tratarse de una figura con supuesta relación con instituciones gubernamentales.
En una nueva grabación publicada días después, la mujer negó los hechos que antes había narrado. Argumentó que actuó bajo presión, que atravesaba una situación vulnerable y que intentó protegerse con una mentira. Además, aclaró que no formaba parte de ninguna dependencia pública desde finales de mayo.
Pese a su explicación, sectores de la sociedad no recibieron bien el cambio en su discurso. Diversas personas manifestaron que el impacto de la primera declaración no podía anularse con una disculpa tardía, y que debía considerarse como un elemento suficiente para abrir una investigación formal.
El marco jurídico estatal contempla sanciones por actos que causen sufrimiento o muerte a animales, y prohíbe su uso en prácticas rituales que los afecten física o emocionalmente. Activistas recordaron que esta normativa no establece excepciones basadas en creencias personales o religiosas, por lo que solicitaron que el caso sea tratado con seriedad y sin favoritismos.
Más allá de lo legal, este episodio reavivó la conversación sobre la conducta de quienes ocupan o han ocupado cargos públicos, y la necesidad de que su comportamiento esté alineado con principios éticos básicos. Mientras tanto, las exigencias de justicia persisten y la presión social continúa creciendo.