El panorama polaco dio un vuelco tras la ajustada victoria del nacionalista Karol Nawrocki, respaldado por Donald Trump y el partido Ley y Justicia (PiS), sobre el candidato liberal y alcalde de Varsovia, Rafał Trzaskowski, en la segunda vuelta presidencial. El resultado —50.89% frente a 49.11%— representó un golpe psicológico para la coalición proeuropea del primer ministro Donald Tusk, alimentando temores de un mayor estancamiento legislativo y evidenciando la fragilidad de la alianza gobernante.
Aunque oficialmente un independiente, Nawrocki fue en los hechos el candidato del PiS, alineado con los valores de su predecesor, Andrzej Duda, presidente desde 2015: conservadurismo social y euroescepticismo. Su sorpresivo ascenso, coronado por una reunión de alto perfil con Trump y reforzado por mensajes de apoyo de figuras de derecha dura como Viktor Orbán y Marine Le Pen tras su triunfo, ha revitalizado el sentimiento nacionalista en Europa.
Tusk, sorprendido por la derrota de Trzaskowski tras las primeras encuestas de salida que apuntaban a una victoria, actuó con rapidez para contener las consecuencias políticas. Este lunes, pidió un voto de moción de confianza a su gobierno, programado para el 11 de junio. “Entendemos la gravedad del momento, pero no daremos ni un paso atrás”, declaró Tusk, buscando proyectar fuerza en medio de rumores de disidencia dentro de su coalición.
Aunque se espera que la votación confirme la mayoría de Tusk, su simbolismo es claro. Con 242 escaños en el Parlamento —Sejm—, de 460, su coalición carece del 60% necesario para anular un veto presidencial, algo que se espera que Nawrocki, al igual que Duda antes que él, ejerza con frecuencia. Reformas clave, desde la flexibilización de las leyes sobre el aborto hasta la despolitización de los tribunales, se encuentran ahora en un punto muerto.
A las pocas horas del resultado, el líder del PiS, Jarosław Kaczyński, sugirió formar un “gobierno técnico”, insinuando posibles deserciones en la alianza de Tusk. Además, calificó las elecciones como una “tarjeta roja” para su gobierno.
Sin embargo, Tusk insiste en que su administración persistirá, reiterando que, según la Constitución, “el gobierno manda”, en referencia a que el día a día recae en el primer ministro, no en el presidente. Queda por ver si Nawrocki buscará una confrontación abierta o una obstrucción estratégica, pero en círculos gubernamentales se repite que “el PiS no eligió a un nuevo Duda, sino a un Duda al cubo“.