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Busco una justificación a la xenofobia antigringa que pulula en redes desde hace un tiempo, y no la encuentro. Las quejas contra nuestros nuevos vecinos son peculiares. La más atendible es que la llegada de americanos (no, no les voy a llamar “estadounidenses”: “americano”, como tantas palabras, significa varias cosas) a la Condesa y la Roma, sobre todo, ha encarecido sensiblemente los precios de las propiedades. No lo dudo. Normal.

Cuando quieres vivir en una ciudad viva, cosmopolita, llena de restaurantes y cultura, con tiendas estandarizables con la del primer mundo y demás, tienes que pagar el precio. El precio de la gentrificación, sí, en este caso de origen foráneo, pero que antes, para no ir muy lejos, experimentaron los vecinos tradicionales de esas colonias con las oleadas sucesivas de hipsters, actores e influencers, YouTubers y demás “ers”, que ya en los 90 habían provocado un subidón del metro cuadrado.

Lo que quiero decir es que cuesta un poco solidarizarse con la población ahora desplazada, así como uno se solidarizaría con una tribu del Amazonas expulsada por los madereros. Pero hay más. Lo del costo de las rentas no es el único problema. Con el mismo énfasis, se reproducen las quejas por la prepotencia de los americanos en los restaurantes, o por su incapacidad para disfrutar de la (estruendosa) música mexa en la vía pública, o en general por su falta de educación.

Pues miren, a mi edad tengo, como cualquier hijo de vecino, una larga lista de experiencias cotidianas horrendas con ciudadanos perfectamente mexicanos. Para no salir de la Condesa, el imbécil que te responde que su perro “no hace nada” cuando se te sube con las patas lodosas al pantalón recién planchado; o el que lo deja ladrar en la mitad del restaurante; como el que te embiste con la bicicleta mientras caminas por las banquetas; como el restaurantero gandalla que se adueña de la calle, son perfectamente chilangos. Para no ir a otras colonias. ¿Han visto cómo tratan a los meseros los godínez-mirreyes-narcomenudistas que pululan en Masaryk? ¿Recuerdan a los del valet parking en el acto de lanzarse a 140 km por hora, en sentido contrario, en una calle de un carril? ¿Y la cantidad de antros que ponen la música a un volumen infernal? Mexicanos, sí.

Mi punto es que detrás de todas esas quejas, justificadas o no, hay una xenofobia verdaderamente lamentable.

Si les sirve como consuelo, da igual. Con la iztapalapización de la ciudad, aquí en dos años no va a querer vivir nadie.

 

     @juliopatan09

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