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“¿Y tú, ya tienes tu cartilla de salud emocional?”
por El Minotauro
Imagínese esta escena: usted está en una primera cita. La persona que tiene enfrente pide café con leche de avena, menciona que le gusta leer a Murakami y correr maratones. Todo va bien. Pero entonces, usted lanza la pregunta crucial:
—¿Y estás en terapia?
Silencio.
Mirada incómoda.
Cambio de tema.
Ahí es donde uno sabe que no hay segunda cita. Y no por elitismo emocional, sino porque hay cosas que ya no se pueden seguir improvisando. Como la salud mental.
Hablemos claro: ya es tiempo de normalizar ir a terapia. Así, con la misma naturalidad con la que uno dice “tengo dentista” o “fui a que me checaran el colesterol”. Porque la mente, al igual que el cuerpo, también acumula grasa, tensión y traumas que no se resuelven con yoga ni con una caminata bajo la luna llena.
Y no solo en la intimidad de una cita o una conversación entre amigos. No. Hay lugares donde normalizar la terapia debería ser requisito institucional.
¿Quieres trabajar en un puesto de liderazgo? Constancia de salud emocional.
¿Eres maestra, director o cuidadora de niños? Expediente emocional en regla, por favor.
¿Quieres postularte para un cargo público? Antes del polígrafo, pasa por el diván.
Imagínate que las escuelas, además de pedir cartilla de vacunación, solicitaran una carta donde se asegure que el docente no proyectará sus carencias afectivas en los alumnos. Que las guarderías ofrecieran reportes mensuales del ambiente emocional del personal, no solo el menú del día. Que en las empresas, en lugar de poner “ambiente laboral positivo” como eslogan, ofrecieran reportes firmados por profesionales donde se diga que no hay acoso psicológico normalizado ni competitividad tóxica disfrazada de “excelencia”.
Y qué tal en las relaciones de pareja. ¿No sería un avance poder preguntar abiertamente si la persona está en terapia, como quien pregunta si fuma o quiere tener hijos?
“¿Qué música te gusta?”
“¿Tienes mascotas?”
“¿Y tu terapeuta es psicoanalista o cognitivo conductual?”
Piénsalo. Así como las escuelas piden carta de no antecedentes penales, también deberían pedir carta de “no tengo al niño como proyectil emocional de mis frustraciones no resueltas”.
Así como las empresas exigen certificaciones ISO 9000, podríamos exigir una ISO 2025 en higiene emocional. ¿Qué tan sano es tu ambiente de trabajo? ¿Tu empresa ofrece contención emocional o solo café y estrés gratuito?
No se trata de convertir el mundo en un diván gigante, pero sí de dejar de tratar la salud mental como un lujo o un “ya cuando tenga tiempo”. Porque mientras más la pospones, más cara y urgente se vuelve. La terapia no es una moda. Es una necesidad. Como lavarse los dientes. O poner límites.
Y sí, habrá quien diga “yo no necesito terapia, yo platico con mis amigos”. Perfecto, también puedes pedirle a tus amigos que te hagan una endodoncia, total, platican bien. No confundamos confianza con competencia.
Ir a terapia es un acto de responsabilidad afectiva. Es entender que convivir con otros requiere un mínimo de mantenimiento interno. Es reconocer que todos llevamos algo roto, pero no todos estamos haciendo algo al respecto. Y que no basta con ser “buena persona”; también hay que ser persona trabajada.
Imaginen el impacto colectivo si esto fuera lo común:
•Escuelas con docentes emocionalmente disponibles.
•Empresas con jefes que no necesitan dominar para sentirse seguros.
•Familias donde ir al psicólogo no sea un “¿estás loco?”, sino un “¡qué bien que cuidas de ti!”.
•Consultorios médicos con psicoterapia incluida en el chequeo anual.
•Gobiernos liderados por personas que se han mirado al espejo… sin huir.
Así que, para la próxima entrevista de trabajo, junta escolar, o cena con potencial amoroso, lleva tus papeles en orden: INE, RFC, y constancia de salud emocional.
Porque lo que necesitamos no es gente perfecta, sino gente en proceso.
Gente que, al menos, ya empezó a preguntarse por qué repite ciertas cosas.
—El Minotauro.

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