Las últimas provocaciones del crimen organizado contra las fuerzas federales de seguridad en la zona del Pacífico de Michoacán y Jalisco, y también en la zona centro de Guanajuato y hasta en Guerrero, están siendo procesadas en Estados Unidos en el nuevo paradigma que en México parece ser que todavía no le ha caído el veinte: el narcoterrorismo.
Los ataques del crimen organizado con uso de drones, minas, masacres y atentados a partidas militares han sido realizados por el Cártel Jalisco y el Cártel de Sinaloa, los dos ya oficial y formalmente caracterizados en EU como terroristas.
En este escenario, las oficinas de seguridad estadounidenses están procesando esos ataques como acciones narcoterroristas dentro del esquema de amenazas del presidente Trump de mandar por su cuenta fuerzas intervencionistas contra grupos -hay que subrayar- considerados terroristas por Washington, aunque en México se les siga asumiendo como delincuentes armados.
Como dicen en los pueblos atacados por la criminalidad, Dios no quiera que algún día de estos, uno de los dos cárteles realice actos de agresión física y delictiva contra ciudadanos norteamericanos, porque de inmediato Washington activará los botones para lanzar a sus fuerzas militares antiterroristas contra narcocárteles mexicanos.
En este contexto, más vale que en México se tenga claridad sobre el nuevo papel no-diplomático que está jugando la embajada de Estados Unidos aquí bajo la dirección de un político con entrenamiento operativo en acciones militares.
Hoy, seguramente podría haber arrepentimientos en Palacio Nacional por los malos tratos al embajador demócrata Ken Salazar, quien en verdad hizo esfuerzos personales por desdramatizar los conflictos bilaterales, pero fue desdeñado hasta de manera grosera por el presidente López Obrador.
En EU dicen que la caracterización de narcoterroristas a los cárteles no fue un juego diplomático ni simbólico, sino una definición estratégica.
Zona Zero
Hace 41 años fue asesinado en las populares calles de la entonces Zona Rosa de la delegación Cuauhtémoc, el columnista Manuel Buendía, de Excélsior, cuando había iniciado una serie de textos denunciando a los primeros cárteles de la mariguana como un peligro de seguridad nacional, y de alguna mañana deslizando datos de que esos grupos delictivos que hoy dominan espacios territoriales de la soberanía del Estado sólo pudieron haber nacido con apoyo de algunos sectores del propio Estado. Buendía, lo recordó Granados Chapa, fue el primer asesinato del narcotráfico en México.
(*) Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.
@carlosramirezh