La apuesta diplomática del presidente Donald Trump con Ucrania ha entrado en terreno peligroso: reprende a Vladímir Putin mientras titubea en pasar de las palabras a los hechos.
Tras uno de los ataques aéreos más mortíferos desde el inicio de la invasión rusa en 2022, Trump ha calificado al mandatario ruso de “completamente LOCO” y ha advertido que está “jugando con fuego”. Pero a medida que aumenta el número de muertos, el mundo observa atentamente si la retórica de Trump indica un cambio de política genuino o una nueva ronda de indignación performativa.
Durante meses, Trump ha mantenido que la paz estaba al alcance, incluso después de que una llamada telefónica de dos horas con Putin la semana pasada no lograra detener la violencia. Inmediatamente después de esa llamada, Moscú lanzó un bombardeo récord con 355 drones la noche del domingo 25 de mayo.
La Casa Blanca insiste en su compromiso de negociar una tregua, pero las deliberaciones internas sobre nuevas sanciones a Rusia, planteadas repetidamente, siguen sin resolverse. “Lo que Putin no comprende es que, si no fuera por mí, ya le habrían ocurrido muchas cosas realmente malas a Rusia“, escribió Trump en redes sociales, sin ofrecer más detalles, pero reavivando dudas sobre su influencia real sobre el presidente ruso.
Mientras tanto, Emmanuel Macron y el canciller alemán Friedrich Merz han respaldado sanciones más duras y levantado las restricciones al uso de armamento de largo alcance por parte de Ucrania. Merz señaló que Kiev ahora está en condiciones de atacar infraestructura militar dentro de territorio ruso. Trump, por su parte, no ha aprobado nuevas sanciones, argumentando que podrían entorpecer las negociaciones, una postura que ha dividido al Congreso y exasperado a sus aliados.
Los críticos advierten que la ambigüedad de Trump envalentona a Putin, quien sigue avanzando territorialmente, incluso con la captura reciente de cuatro poblados en la región de Sumi. Simultáneamente, Trump ha arremetido contra el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, acusándolo de exacerbar las tensiones, lo que complica aún más la postura estadounidense. A pesar de la presión bipartidista en el Capitolio para imponer sanciones secundarias y restricciones energéticas, la administración Trump aguarda.
Con la presión internacional al alza y el escrutinio interno en aumento, el dilema de Trump se vuelve más delicado: actuar con determinación, arriesgando una escalada, o replegarse y permitir que el Kremlin imponga sus condiciones. Por ahora, su contundencia sigue limitada al discurso.