El proteccionismo nunca llega solo. Siempre se acompaña de incertidumbre, desaceleración económica y, de un deterioro del empleo y de la economía en general. Los datos son tan contundentes como alarmantes. La OIT advirtió que 84 millones de empleos en el mundo están en riesgo por la nueva arquitectura arancelaria, pero el golpe más severo se lo llevarían a México y Canadá, donde 1 de cada 6 empleos dependen directamente del comercio con EU.
No estamos ante un escenario teórico ni ante una simple advertencia: se trata de una bomba de tiempo. 13.3 millones de personas en México y Canadá —el 17% de su fuerza laboral— podrían ver amenazados sus ingresos y su estabilidad. La preocupación va más allá de la posible pérdida de empleos, pues la OIT también está alerta sobre una transición hacia trabajos más precarios, con menor calidad, protección y derechos laborales.
¿La causa? Las tensiones y decisiones políticas que están afectando el comercio internacional, ese mismo que durante años ha sido una vía para mejorar las condiciones laborales; pero que hoy, sus distorsiones ya se reflejan tanto en las nóminas como en la estabilidad de millones de familias. En México, esto se vivió durante el primer trimestre de 2025 que, en los últimos años de generación de empleo, fue el peor desde 2009 si excluimos los años pandémicos. Se eliminaron casi 120 mil empleos netos, con una reducción en la población económicamente activa de más de 170 mil personas. Es decir: no sólo hay menos empleo, sino también más desánimo.
Sumado a lo anterior, Banxico ha sido tajante: el país se acerca, cada vez más, a la recesión. El pronóstico de crecimiento para este año ha sido recortado a un 0.1%, y buena parte de esa revisión se explica, precisamente, por los aranceles. Aunque se ha amortiguado la caída del PIB en el corto plazo, amenazas como la plaga del gusano barrenador, limitan la capacidad de resiliencia a mediano plazo.
Frente a ello, hay una ventana diplomática que podría convertirse en un salvavidas. El primer ministro de Canadá, ha invitado a la Presidenta a participar en la próxima cumbre del G7, con la intención de organizar una reunión trilateral con Donald Trump, para adelantar la revisión del T-MEC, y sentar las bases para preservar —o reinventar— un tratado que está en riesgo de volverse letra muerta.
Esto es mucho más que un gesto diplomático; podría representar la oportunidad para reconfigurar el bloque económico antes de que las tensiones actuales terminen por desintegrarlo. Sin embargo, ante esta situación, México tiene dos caminos: resistir como satélite económico o asumir un rol más activo en la redefinición del orden comercial regional.
Actualmente, no basta con esperar que la marea suba. Es necesario diversificar mercados, robustecer el mercado interno y replantear nuestra inserción en las cadenas de suministro global con visión de largo plazo. Y, sobre todo, debemos evitar el error de pensar que el T-MEC es un refugio automático; porque más bien se trata de un contrato vivo, que requiere vigilancia, negociación y voluntad política constante.
• Consultor y profesor universitario
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