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Los sindicatos en México no están tan cerca de cumplir con las expectativas de los agremiados que representan, son más bien una extensión política de los movimientos políticos, pero sin esas organizaciones los trabajadores estarían en una desventaja mayor frente a los patrones y deberíamos encontrar el modo que las agrupaciones de empleados crecieran en la industria privada.

Vamos primero por un ejemplo: en la última semana, integrantes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación hicieron bloqueos en puntos clave de Ciudad de México. La noticia estuvo más cerca de los percances que provocaron con el cierre de los accesos al aeropuerto o la modificación en el formato de la conferencia de prensa en Palacio Nacional y bastante más lejos de las peticiones laborales de los agremiados.

Sabemos del pliego petitorio de la CNTE —aumento salarial del 100 por ciento, abrogación de la reforma a la ley del ISSSTE de 2007 y la reforma educativa de 2019, entre las principales— pero para ser sinceros, la dinámica que hay al plantear las peticiones y cómo buscan una reunión con las autoridades está bastante lejos de realmente lograr un cambio para sus agremiados.

La CNTE, por ahora, es un grupo de presión para el Gobierno federal que juega un péndulo entre la Secretaría de gobernación y la presidencia sin que necesariamente vaya a lograr un aumento de salario del 100 por ciento para sus agremiados.

Otro ejemplo de grupo sindical está en el sector educativo con el SNTE, que junto con la CTM no dudaron en sentarse y acompañar a la fuerza política mayoritaria de Morena a lo largo de las elecciones judiciales.

El argumento de los sindicatos es que se promueve el derecho democrático al voto. La realidad que se ve es que los grupos siguieron haciendo lo que saben hacer, un corporativismo de partido que los mantiene vigentes como fuerza política, aunque no tan efectivos en la promoción de los derechos sindicales de los trabajadores.

Aún con los ejemplos y los defectos de la organización de los sindicatos que podamos leer en ellos, y a pesar de que la fuerza de los sindicatos se ha desgastado a lo largo de los años, los trabajadores que están afiliados a un sindicato tienen menor grado de precariedad que quienes no están afiliados a ninguno.

Según estudios del Colegio de la Frontera Norte, la evolución del trabajo ha acelerado la precarización y aún con la gestión deficiente y corporativista, los trabajadores sindicalizados tienen mejores condiciones que aquellos que no lo están.

Y aquí viene la duda genuina, ¿de quién debería de ser la tarea de exigir un mejor desempeño sindical?

A los trabajadores les vendría bien una mejor representación y no sólo en las condiciones de los trabajadores del Gobierno, sino también de aquellos de ámbito privado. Si queremos estar a la par de lo que pide el mercado global, tenemos que revisar quiénes nos defienden y empezar a sentir su efecto.

 

      @Micmoya

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