Tras años de cierta ausencia en Cannes, varias películas, algunas en competición, abordan en esta edición los primeros años del sida, cuando predominaba el miedo y el repudio.
Tanto en Alpha, de la francesa Julia Ducournau, en carrera por llevarse por la Palma de Oro, como en La misteriosa mirada del flamenco, del chileno Diego Céspedes, en la sección Una Cierta Mirada, un nuevo virus está causando estragos, especialmente entre los drogadictos y la comunidad LGTB.
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Esta enigmática enfermedad es incurable y provoca pánico en la población, que no sabe cómo protegerse.
En Alpha, una multitud se hacina delante de un hospital para intentar entrar. En la cinta chilena, situada en un pueblo remoto del desierto, se cree que la enfermedad se transmite con la mirada.
Ducournau, que muestra en su filme la enfermedad de forma alegórica, recuerda el miedo que reinaba en los años 1980-90 en plena hecatombe del sida.
“Una idea oscura”
“En el patio del colegio, en cuanto alguien sangraba, se le señalaba. Si alguien sangraba en el fútbol, se lesionaba, le sangraba la rodilla, era señalado. La gente no quería acercarse a él“, cuenta a AFP la directora de 41 años.
“Es una locura hasta qué punto el miedo contaminó todos los estratos de la sociedad. Eso es lo que me aterrorizó, más que la enfermedad en sí“, añade. “Hasta qué punto puedes estar solo en el mundo en dos segundos porque la gente ha decidido que eres un peligro”.
Céspedes, de 30 años, también recuerda que “tenía una idea muy oscura del sida”, fruto de la noción que le inculcó su madre, de que era “algo terrible, sucio, peligroso”.
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Por eso decidió hacer la película, cuyas protagonistas son mujeres transgénero que viven repudiadas de la sociedad, pero felices de estar juntas. Son “personajes luminosos”, dice Céspedes.
En Romería, de la española Carla Simón, también en competición, una chica viaja a la tierra donde sus padres vivieron, ambos drogadictos y muertos del sida. Al conocer a su familia paterna, muy conservadora, descubre que “escondían” a su progenitor.
A partir de esta historia familiar, Simón, de 38 años, quiso retratar una época, la de los años 1980, cuando la heroína arrasaba y dejaba detrás un reguero de muertes. “Fue devastador en España, fue el país con una ratio más alta de sida de toda Europa“, dice.
Reminiscencia del COVID
Algunas imágenes de estas películas (hospitales abarrotados, guantes y máscaras, desinfectantes, gente con miedo al contagio…) adquieren un nuevo significado después de la pandemia del coronavirus, que desde principios de 2020 causó millones de muertos.
“Hay cosas muy comunes entre estas dos épocas: el miedo al otro, la autoprotección y luego la forma en que los miedos vuelven a despertarse por la enfermedad, por el desconocimiento que tenemos de ello“, según Franck Finance-Madureira, presidente y fundador de la Queer Palm en Cannes, que premia las obras de temática LGTB.
Simón ha reflexionado mucho sobre el paralelismo entre los años oscuros del sida y la reciente pandemia.
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En su opinión, hay no obstante una diferencia clave y es que el VIH lleva el “estigma” de haber sido causado por algo malo, ya sean las drogas o las relaciones homosexuales. Con el covid “todo el mundo se podía contagiar solo respirando, pero no había ese tabú”.
La reciente pandemia contribuye también a que las jóvenes generaciones entiendan mejor aquellos años críticos del sida que no conocieron.
“Los jóvenes están muy, muy desinformados sobre ese tema. Y está bien recuperarlo de vez en cuando, seguir hablando de ello y entender también lo traumático que fue“, afirma Simón.
Lo mismo piensa Kevin Robert Frost, presidente de la Fundación estadounidense para la Investigación sobre el Sida (amfAR), que organiza cada año una gran gala en Cannes para recaudar fondos.
“Para muchos jóvenes no está presente, no es algo en lo que piensen en su vida”, asegura. “Espero que estas películas sirvan para concienciar a la gente“.