Con una misa multitudinaria en la Plaza de San Pedro, el Papa León XIV asumió oficialmente el liderazgo de la Iglesia católica. Ante más de 200 mil personas y una amplia representación diplomática, el primer pontífice peruano-estadounidense delineó con claridad el tono de su pontificado: una cruzada contra la desigualdad y en favor de los vulnerables.
“El mundo aún está marcado por la discordia y un paradigma económico que margina a los pobres”, dijo en su homilía Robert Francis Prevost, nacido en Chicago pero con raíces profundas en Perú, donde fue obispo por más de dos décadas. El nombre León XIV —en homenaje a León XIII— ya sugería una agenda centrada en la justicia social y derechos laborales.
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Al recibir el palio y el anillo del pescador, el nuevo Pontífice saludó desde el papamóvil a fieles llegados de todos los continentes. En la explanada, líderes como Zelenski, Herzog, Dina Boluarte, Gustavo Petro y los reyes de España escucharon un mensaje que combinó denuncia social y posicionamiento político.
En su primer discurso, León XIV criticó el bloqueo de ayuda humanitaria en Gaza y pidió una “paz justa” para Ucrania, tras reunirse en privado con Zelenski. Su relación con Washington asoma compleja: aunque estadounidense, evitó una audiencia formal con el vicepresidente JD Vance, a quien previamente cuestionó por su postura migratoria.
Durante su primera semana como Pontífice, León XIV insistió en temas laborales, defensa de la familia y unidad eclesial.
Su elección llega en un contexto global marcado por guerras, desplazamientos forzados y crisis climáticas. Con carisma político y sensibilidad pastoral, el nuevo Papa se perfila como un líder dispuesto a incomodar al poder.