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Ninguna voz tan coherente en la izquierda latinoamericana como la de José Mujica. Mientras otros se extraviaban en la retórica incendiaria, en excesos demagógicos sin correlato con el mundo de lo comprobable o privilegios personales sin cuenta, Pepe, como lo llamaban, eligió la congruencia brutal de vivir como hablaba.

Sin autos blindados ni discursos huecos, Mujica gobernó desde esa versión de la granja sudamericana que es una chacra y sin corbata alguna. Lo llamaron el presidente más pobre del mundo. “No soy pobre, pobres son los que necesitan mucho para vivir”, atajaba.

Mujica no llegó al poder desde el marketing, sino desde la lucha. Fue guerrillero tupamaro en los años 60 y 70, vivió tortura, encierro, aislamiento. Pasó más de una década en prisión, en condiciones inhumanas, incomunicado, sin luz, en un pozo.

Esa biografía explica su distanciamiento del síndrome del pedestal histórico cuando llegó a la presidencia de Uruguay en 2010. Desde el poder, lo demostró, solo se puede servir. Durante su mandato se decidió el aborto, el matrimonio igualitario, la aceptación de la marihuana. Aunque lo más transformador fue la forma de ejercer gobierno, sin dejar de ser él mismo uno entre la población común.

Un ejemplo de sabiduría, pensamiento y sencillez, escribió en su cuenta de X la Presidenta Claudia Sheinbaum tras conocerse la muerte de Mujica a los 89 años. “Inspiración para quienes sueñan con hacer del mundo una utopía”, mencionó la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada. Ambas, sencillas y dispuestas ante sus compromisos con la izquierda, esto es, con la predominancia de la comunidad.

Manejaba un viejo Volkswagen Fusca, vivía en una casa austera, donaba la mayor parte de su sueldo a causas sociales. “Si tuviera muchas cosas, tendría que ocuparme de cuidarlas. La verdadera libertad está en tener lo justo y necesario”, dijo más de una vez.

En su conversación con Noam Chomsky, recogida en el libro “Sobreviviendo al siglo XXI, Chomsky & Mujica”, cada uno desde su trinchera advierte que el mundo avanza hacia un colapso civilizatorio si no se enfrenta el fetichismo del consumo, la destrucción ambiental y la desigualdad obscena. El uruguayo lo dijo sin dramatismo: “Nos está matando la cultura del ‘más’, del ‘acumula’, del ‘compra’. Y eso está devorando el planeta”. La crítica al neoliberalismo y a una forma de vida que convierte todo en mercancía.

Mujica también supo decir adiós. En abril de 2024 reveló su cáncer en el esófago. “En mi vida, más de una vez anduvo la parca rondando el catre, pero me siguió pastoreando. Esta vez me parece que viene con la guadaña en ristre”, dijo entonces. Y en enero pasado comunicó que el mal se había extendido al hígado y no estaba dispuesto a más tratamientos.

Ayer, el presidente Yamandú Orsi informó la muerte de quien fuera su padre político, quien viviera sus últimos años con sus perros y, como él decía, “liviano de equipaje”.

 

@guerrerochipres

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