Por Ricardo Sevilla
En esta ocasión, quiero arrancar esta columna con una adivinanza. Le doy algunas pistas:
Sus cantos son huecos y sus antenas palpitan al ritmo de la hipocresía. No tiene convicciones ni lealtades y cambia de ideología como quien cambia de zapatos. Va, viene, se queda un momento y luego brinca dejando a su paso promesas fallidas. Su esencia es saltar de cargo en encargo. ¿Adivinó? ¡Claro! ¡Es el político chapulín! También conocido como el Saltamontes Políticus.
Algunos distraídos pensaban que se trataba de un especie en extinción. Pero no es así.
Desgraciadamente, estas criaturas son cada vez más frecuentes en el (surrealista) ecosistema de la política mexicana.
Este espécimen, que habita en los áridos y escarpados terrenos del poder, se alimenta de curules, candidaturas y, ocasionalmente, de la paciencia del electorado.
Ahora mismo, están llegando, como una plaga, al partido Morena.
Y los auténticos morenistas deben tener cuidado con estas sabandijas porque su principal órgano de supervivencia no es el corazón, sino un sofisticado sistema de detección de oportunidades.
Y es que, armados de antenas sensibles, los chapulines políticos perciben el más mínimo indicio de una candidatura vacante, un puesto de poder desocupado o un partido en ascenso donde sus “talentos” puedan ser mejor apreciados (léase: donde puedan obtener una tajada del pastel que tanto les gusta).
Son alimañas de extremidades, fuertes y ágiles y, por lo mismo, están perfectamente adaptadas para el salto. Por eso no dudan en abandonar una plataforma política que consideran “en declive” para impulsarse hacia una nueva, prometiendo en cada ocasión –y con lágrimas de cocodrilo– una lealtad eterna.
Pero digámoslo tajantemente: son bichos oportunistas que, simple y llanamente, están buscando una nueva plataforma para sobrevivir y, en el mejor de los casos, mantenerse vigentes en la política, especialmente si tomamos en cuenta que sus partidos (PRI-PAN-MC) y sus espacios de influencia se están hundiendo.
¡Cuidado con el Saltamontes Políticus!
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