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Los Papas tienen suficiente fuerza institucional como para concitar reuniones conjuntas de jefes de Estado y de gobierno en nombramientos y sepelios, pero nunca han podido colarse a las estructuras internacionales que toman decisiones de geopolítica.

En febrero de 1945, cuando la Segunda Guerra Mundial estaba perdida para los países del eje Berlín-Roma-Tokio, los tres líderes de los países del Eje Unión Soviética-Inglaterra-Estados Unidos se reunieron en el Palacio de Livadia, en Yalta, cerca de Crimea para repartirse el control del mundo. El papá Pío XII quiso participar, pero Stalin lo marginó con un argumento contundente: “¿cuántas divisiones (militares) tiene el Vaticano?”

La iglesia católica desde la estructura jurídica debatible de Estado Vaticano ha querido participar en la geopolítica, pero las instituciones internacionales correlativas asumen a Roma más como un Estado de fe que como un Estado jurídico.

De todos los Papas de los últimos 80 años, solo Juan Pablo II tuvo astucia terrenal, fuerza personal y proyecto político derivado de su vida cardenalicia bajo la dictadura marxista de Polonia, pero el presidente Reagan le dio utilidad sin dejarlo entrar en las negociaciones del fin del campo soviético.

La coronación del próximo Papa de nueva cuenta servirá para una reunión de jefes de Estado y de Gobierno de la mayoría de los países del planeta, pero cada quien irá a lo suyo, como lo demostró, sin educación, el presidente Donald Trump cuando usó los tiempos y lugares del funeral de Francisco para reuniones geopolíticas directamente con el ucraniano Zelenski y de manera significativa marginar al francés Macron. Trump fue criticado, pero él fue a lo suyo que no era lo del Papa.

El último Papa que tuvo el Vaticano con intereses que tenían que ver con el asentimiento de la fe católica fue Juan XXIII en su Concilio Vaticano II, pero le faltó vida para obtener resultados concretos. Los papas posteriores a veces prefieren el poder político que el poder de la fe.

 

Zona Zero

Aunque en Palacio Nacional siguen las evidencias de que el Poder Ejecutivo de Sinaloa es intocable, la crisis de violencia desatada por el secuestro de Ismael El Mayo Zambada por parte de un hijo del Chapo y su entrega a las autoridades de seguridad de EU no parece tener fin, y el miércoles hubo un incidente que puede ser de efectos muy graves: en el Badiraguato que visitó muchas veces el presidente López Obrador hubo una balacera y fallecieron dos niñas en un fuego cruzado.

 

(*) Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.

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@carlosramirezh

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