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En México, la música es un reflejo de la historia y el dolor de su gente. Los corridos, nacidos en la Revolución, han cantado desde gestas heroicas hasta las sombras del narcotráfico. Actualmente, los narcocorridos enfrentan restricciones con el pretexto de frenar la apología del delito, pero surgen dudas sobre la libertad artística, la identidad cultural y la efectividad de estas medidas. ¿Es la censura un remedio o un paliativo que esquiva las causas reales de la violencia?

El debate se intensificó tras sucesos como el de la Feria del Caballo en Texcoco, donde Luis R. Conriquez, al acatar presiones oficiales, omitió los narcocorridos, lo que provocó un caos entre el público que destruyó el escenario. Otro caso, en Jalisco, involucró a Los Alegres del Barranco, quienes proyectaron imágenes de El Mencho, líder del CJNG, avivando la controversia. En respuesta, entidades federativas como Chihuahua, Baja California, Nayarit, Jalisco, Querétaro, Michoacán, Aguascalientes y el Estado de México han impuesto vetos y multas millonarias, como la que enfrentó Natanael Cano, para desincentivar letras que exaltan el crimen.

Algunos artistas han cedido. Luis R. Conriquez prometió ajustar sus canciones para evitar temas de narcotráfico en vivo. Grupo Firme se alejó del género y respaldó el certamen México Canta, que fomenta corridos sin violencia. Sin embargo, Natanael Cano y Junior H, pese a sanciones, no han modificado su estilo. Los Alegres del Barranco, recibieron vetos en México y la cancelación de visas en Estados Unidos.

Claudia Sheinbaum aclaró que no se prohíbe el género, sino su glorificación del delito. Muchos critican estas medidas que atacan el síntoma, sin abordar la desigualdad, la corrupción y la impunidad que nutren al narco.

Las autoridades esperan que los artistas adopten letras positivas. Sin embargo, analistas alertan que la censura podría alimentar un mercado clandestino de narcocorridos en plataformas digitales, donde su control es casi nulo. La historia prueba que prohibir géneros, no elimina su atractivo, sino que lo magnifica.

Algunos apoyan el veto, viendo los narcocorridos como apología del crimen. Mientras que los jóvenes los defienden como un retrato crudo de su realidad.

Prohibir los narcocorridos roza un conflicto ético: ¿Dónde empieza la apología y termina la libertad de expresión? El Código Penal Federal castiga la apología, pero su uso en la música es difuso. La propuesta prende alertas, ¿se someterá la creatividad a un juicio moral? ¿Cumplirá con combatir el narco en lugar de sus relatos?

Los narcocorridos no generan violencia; la narran. Son el eco de un México donde el crimen prospera en los huecos que el Gobierno no llena. Censurarlos puede apaciguar críticas, pero no acaba con cárteles ni devuelve la seguridad.

Para los artistas, el precio de la fama es equilibrar su arte con la autocensura. Mientras el narco exista, los corridos lo cantarán, con o sin permiso.

 

FACEBOOK  y YOUTUBE Ana María Alvarado

IG y TW @anamaalvarado

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