La muerte del papa Francisco, Jorge Mario Bergoglio, abre la puerta no solo a la sucesión sino a la discusión de lo que deberá ser la iglesia católica en las próximas décadas.
El Vaticano nunca ha estado desligado de la política; por eso las filias y las fobias de los elegidos como Papas siempre se encuentran en el centro de la discusión de los perfiles.
Los candidatos son evaluados por sus posiciones en temas de interés global, como la pobreza, el cambio climático, las guerras, la homosexualidad, la apertura del clero a los ministerios de mujeres, el aborto, las libertades civiles y religiosas y hasta los avances tecnológicos.
Hay un movimiento católico muy fuerte que está por volver “a la raíz’’ del cristianismo, es decir, a la aplicación sin interpretaciones de lo que dictan la Biblia y otros libros sagrados para ese credo.
Eso implicaría una involución de los avances (pocos o muchos), que en las últimas décadas la fe católica ha tenido.
La iglesia, como un todo y parte de la evolución mundial, no puede quedarse en el cristianismo del 1500; como toda sociedad, está destinada a la evolución, pese a las resistencias internas.
Hay también quienes desean una iglesia más liberal, sin llegar a ser “woke’’, entre cuyos postulados resolver la interminable discusión sobre el fin del celibato sacerdotal, señalado de ser el causante de los más extremos de pederastia en el mundo.
Una iglesia que reconozca los derechos de las comunidades homosexuales y que permitan el servicio de mujeres en las celebraciones litúrgicas.
Un alto clérigo dijo a quien esto escribe que en la doctrina cristiana hay dogmas que no son negociables (y mencionó como ejemplo el caso del matrimonio homosexual, prohibido en la Biblia), pero hay o debe haber matices.
La iglesia, todopoderosa hasta hace 200 años, la que imponía reyes y reinas, la que decidía quién debía vivir y quién morir, enfrenta justo hoy, con la muerte del papa Francisco, una decisión clave para su futuro: renovarse o seguir perdiendo fieles ante otras creencias menos conservadoras.
Y eso no es poca cosa.
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Siempre que muere un papa la feligresía mexicana enciende sus velas para que, ahora sí, “le toque a un mexicano’’.
El único cardenal papable de México es Carlos Aguiar Retes, arzobispo primado, pero en la lista de papables publicadas en Roma no figura su nombre.
De hecho, el que más figura es el actual secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin, de 70 años, a quien se considera de una tendencia moderada y promotor del diálogo.
Parolin estuvo en una Asamblea de las Naciones Unidas (ONU) para defender los derechos humanos en Nicaragua, también participó en el 2014 como mediador en los primeros diálogos entre Maduro y la oposición venezolana.
Son fuertes sus cartas de presentación, pero en esta decisión nunca debe descartarse el interés político de los grupos de interés en torno a la figura papal.
Veremos.
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Hay una confusión de fondo en el anuncio que realizó la presidenta Claudia Sheinbaum respecto a prohibir la contratación de publicidad en medios nacionales, a gobiernos externos.
Dijo la Presidenta que tal prohibición se eliminó en el 2014, pero no hay registro de que eso haya ocurrido.
Lo que sí existe, es la prohibición expresa de que los candidatos a puestos de elección popular mexicanos contraten espacios de publicidad en el extranjero.
@adriantrejo