La directora Edurne Goded presenta en Sin Fecha de Caducidad, una puesta en escena profundamente personal y colectiva, que visibiliza el edadismo hacia las mujeres y resignifica los cuerpos no normativos desde el teatro épico.
¿Qué significa envejecer en una sociedad que insiste en esconder las canas, silenciar la menopausia y relegar a las mujeres maduras a la invisibilidad? Esa es la pregunta que detonó Sin Fecha de Caducidad, la más reciente obra dirigida por Edurne Goded, y también el impulso íntimo detrás de su creación.
“Siempre quiero hablar de temas que me convocan personalmente, pero que también veo que no están teniendo atención”, explicó Goded, en entrevista con este medio.
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“El hecho de tener 48 años y que me empezaran a salir canas… todo mundo me decía que me las pintara.
Y yo me molesté. ¿Por qué? Si así es mi cuerpo, así es mi genética. ¿Qué está pasando con este nivel de edadismo y viejismo con la gente?”
Lejos de una anécdota trivial, lo que Edurne vivió fue el reflejo de un mandato social profundo: no se nos permite envejecer, y sobre todo a las mujeres.
Para la directora, esta obra fue el punto de partida para explorar una problemática poco abordada incluso en los discursos feministas contemporáneos: el desprecio sistemático hacia las mujeres mayores.
La obra también se aproxima al silencio que rodea a la menopausia.
“Es muy fuerte cuando empiezas a investigar y te das cuenta de por qué no se habla de esto. Significa que ya no somos seres reproductivos y ya no le servimos al sistema, y es duro eso”, afirma.
Históricamente, explica, las mujeres que atraviesan esta etapa se convertían en líderes de sus comunidades. Eran sabias, formadoras, figuras centrales. Pero en la actualidad, señala, la narrativa dominante les ordena hacerse a un lado, las hace invisibles.
Foto: Ignacio Ponce | La obra es protagonizada por Regina Flores Ribot, Tae Solana Shimada y Mónica del Carmen, actriz indígena de la sierra sur el estado de Oaxaca, egresada de la Escuela Nacional de Arte Teatral.
CONFRONTACIÓN DE IDEAS
Para Edurne, el teatro tiene un potencial político que no puede subestimarse. “Es esa oportunidad de tener a la gente ahí y dialogar, tener impacto, para enfrentar nuestros pensamientos y realmente generar uno nuevo. Crear acción social”, sostiene la directora.
Por eso eligió una estética cercana al teatro épico: no busca que el espectador se refugie en la ficción, sino que confronte sus propias ideas y pensamientos que, consciente o inconscientemente, se ignoran o pasan a segundo plano.
Una de las decisiones creativas más significativas fue partir de textos clásicos protagonizados por mujeres y reescribirlos desde una óptica contemporánea y feminista.
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“No es una crítica, pero históricamente los personajes de las mujeres en el teatro han
sido escritos por hombres. Yo quise darles actualidad: estas mujeres tenían que hablar como mujeres”, explicó.
La producción de Sin Fecha de Caducidad también se articula desde la sororidad.
Todo el equipo está conformado por mujeres, lo cual, en palabras de Edurne, no es solo una elección estética o política, sino una necesidad para construir otras formas de narrar y representar.
Con esta obra, Edurne Goded invita al público a reflexionar sobre lo que la sociedad hace con los cuerpos femeninos cuando ya no encajan en el ideal de juventud y la reproductividad.
Pero también abre un espacio para imaginar otros caminos posibles, donde envejecer no sea sinónimo de desaparecer.
“Así como somos, así está bien”, parece decirnos la obra. Y ese mensaje, en un mundo que insiste en lo contrario, es revolucionario.