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Adriana Sabatés no solo escribió un libro sino que hizo catarsis, construyó puentes y, sobre todo, se convirtió en una aliada gracias a su libro Y pensar que lloré cuando supe que eras gay, en donde compartió su historia personal como madre de dos hijos homosexuales lo que la llevó a realizar una obra profundamente humana.

“El día que mi hijo Fernando me dijo que era gay, lloré. Años después, tras perder a una nieta que venía en camino, recordé aquel llanto y me dije: ‘Y pensar que lloré cuando supe que Fer era gay’”, relató Sabatés, en entrevista con este medio.

De ahí fue que entendió que “las lágrimas no te marcan, te engrandecen” y tras esa reflexión se dio el inicio de su libro, que incluye no solo su testimonio, sino también el de decenas de personas que vivieron desde distintas trincheras el proceso de aceptación de la diversidad sexual en el seno familiar.

Sabatés se reconoce como proveniente de una familia profundamente homofóbica y conservadora, lo que hacía más complicada su situación.

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“En mi generación y la de mis padres, ser gay era sinónimo de vergüenza. Hoy, gracias a los jóvenes, estamos avanzando. Para muchos adolescentes de 18 años que su compañera sea lesbiana es como si tuviera gripa.

“Por ello, aquí encuentras testimonios donde, a veces, el final es feliz, pero a veces, no. Y la realidad es que la mayoría no sale del clóset por miedo al rechazo”, dice.

LA CLAVE, ROMPER SILENCIOS

Según la autora, uno de los relatos más conmovedores es el de un abuelo que decide cuidar de su nieto luego de que sus padres lo corrieran de casa por ser gay. Él mismo le escribió una carta a su hija en la que afirmó: “Hoy por hoy, comprendo que es peor

Para Sabatés, la clave está en hablar, en romper silencios, y en dejar de decir frases como “yo ya lo sabía”, cuando alguien decide compartir su orientación. “Ese momento no es sobre ti, es sobre la valentía del otro”.

La escritura de Y pensar que lloré cuando supe que eras gay, es profunda en más de un sentido, incluso en la decisión de hacerlo, tuvo un acercamiento con sus hijos.

“Cuando les presenté mi libro les dije que quería ser honesta. Y los tres comentaron: ‘Má, sácalo’. Eso fue muy fuerte para mí”, recordó con emoción este gesto de empatía.

El proceso de escritura le tomó cuatro años, entre la recopilación de testimonios y la revisión de cada historia.

“Lo tenía pausado, hasta que me rompí una costilla y tuve que quedarme en cama. Fue ahí donde decidí terminarlo. Saqué la computadora, y en dos meses lo terminé”, contó Adriana.

La autora también reflexionó sobre el cambio generacional en torno a la diversidad sexual, en la que hoy los adolescentes se permiten explorar sin etiquetas. “En mi época eso era impensable. Eso me da esperanza”.

El libro está disponible en su sitio y en Amazon, tanto en físico como en Kindle y gracias a esto, Adriana sabe cuál es la recepción de su obra, que ha sido positiva y emocional.

La autora concluyó con una frase que resume el espíritu de su obra: “Las lágrimas no te marcan, te engrandecen. Y los sueños no se piensan, se escriben”.

 

 

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