La creencia crea el hecho
William James
Las barreras verdaderamente limitantes son invisibles. No es la falta de algo lo que le impide algo, es su creencia de que así es. Eso nos pasa a todos. Se llama creencia limitante.
Está científicamente comprobado que los seres humanos nos conducimos bajo un sesgo predominante de negatividad; es decir, nos enfocamos mayormente en la carencia, los problemas, las pérdidas, los obstáculos y los malestares, presentes y probablemente futuros, ya que solo veremos lo que creemos que vamos a ver.
Solo en parte usted hace sus males realidad. Otros pasan porque pasan. Así es la vida. Pero también suceden otras muchas cosas, y buenas, que podrían hacerlo abandonar su pesimismo, pero esas no las verá, porque no las espera, solo cree que lo hace. Una cosa es creer realmente, y otra intentar creer. Esta trampa nos atrapa a muchos, porque nos hace pensar que aquello que queremos creer, como merecer abundancia, ya lo creemos, y no es así: siempre hay una creencia limitante con voz más potente.
Paremos un momento en esto, porque es la causa de que no funcionen los famosos decretos, ni los hechizos ni las porras ni nada que no lo lleve a identificar, observar y dialogar con sus creencias limitantes, para desactivarlas, repetidamente, porque son muy persistentes, e irlas cambiando por creencias posibilitadoras. Nada cambiará en su vida si no cambia sus creencias. A través de ellas ve la vida y la vive en consecuencia.
Si no sabe lo que cree, no puede cambiarlo. Cuando intenta creer en algo positivo y se da cuenta de que su software lo elimina cada vez que lo introduce, es porque le han pasado inadvertidas todas las creencias que se le oponen a aquello que se está forzando a creer sin lograrlo. El haz como que lo crees hasta que lo creas puede ser un proceso larguísimo e infructuoso.
Sus creencias son lo más poderosos que tiene. No puede cambiar esto ni dejar de creer. Pero sí puede volverse un creyente hábil. Qué importa lo que crean otros que es la realidad, especialmente cuando intentan que sea una porquería, si usted, a partir de gestionar sus creencias, aprende a ver todas las cosas buenas, sin soslayar, por supuesto, que las malas pasan. Cuando se establece este contrapeso, tenderá a confiar más en su capacidad de resolver y, por tanto, verá más soluciones que problemas. Encontrará una forma de sentirse bien, porque ese es el primer efecto del sesgo de positividad, de forma que su estado de ánimo estará bajo su control, podrá sustraerse de aquello que eventualmente lo abata y su salud mejorará.
Si logra transformar su plomo en oro, las creencias limitantes de nivel personal, como la falta de merecimiento o de posibilidades, perderán fuerza y efectividad, hasta desaparecer, pero aún tendrá que trabajar con aquellas que depositan fuera de usted la causa de sus desgracias, como que la vida es dura, o las cosas buenas le pasan a otros, o todo es cuestión de suerte, o el dinero no se da en los árboles, o no se puede tener todo. La lista es muy amplia.
Son creencias generacionales, arraigadas culturalmente, que no acostumbramos a poner en duda. Las personales nos confrontan con nosotros mismos, causándonos ese malestar que, según nosotros, proviene de su calidad de verdades, cuando en realidad nos está impulsando a cambiarlas; pero estas otras nos absorben, son como el aire, nos sustentan sin que las vemos. Por eso son tan difíciles de identificar y de cambiar, convirtiéndose en las más limitantes.
Así pues, vivir de otra manera, si está usted insatisfecho con su vida, pasa por una reprogramación de su inconsciente, pues ahí están todas sus creencias limitantes. Salen a la superficie para guiar su vida sin que se percate de ello. Pero puede, claro que puede. Hay técnicas. Yo soy partidario de aquellas que requieren que usted haga el trabajo, no que otro le haga el milagro.
@F_DeLasFuentes
delasfuentesopina@gmail.com