Cuando los voceros de Bruselas salieron a decir que los ciudadanos europeos teníamos que tener preparado un “kit” ante la posibilidad de una guerra a gran escala, nos quedamos helados. Eran muy claros con las instrucciones que teníamos que tener en esa “bolsa de urgencias”. Dinero en efectivo, agua, comida imperecedera, una radio de onda corta y una navaja suiza entre otras cosas.
Hace pocos días la presidenta de la comisión europea Ursula von der Leyen dijo en Copenhague, la capital de Dinamarca, que Europa debe estar preparada para la guerra.
Simultáneamente también nos bombardea con la noticia de que en Europa tenemos que rearmarnos a toda velocidad. El gasto de defensa en Europa es muy exiguo y ahora nos están casi obligando a hacerlo a marchas forzadas. Y todo esto recuerda de manera sospechosa al ingente rearme que hizo Alemania en los años treinta, años antes de la Segunda Gran Guerra. ¿Qué está ocurriendo que no sabemos o que no avizoramos? ¿Por qué la urgencia de ese rearme? Y más aún ¿Por qué tenemos que aprovisionarnos?
En algunos países europeos existe esta tradición desde hace años. Son estos países que guardan frontera con Rusia, como Noruega, Suecia o Finlandia. Pero en otros como España o Portugal se hace muy cuesta arriba algo de esas características. Pero todo puede ocurrir. No hay más que poner nuestra mirada en Ucrania y Rusia o en Oriente Medio. Y claro que salen las cuentas de la posibilidad nada desdeñable de una guerra a gran escala.
En todo caso, en el mundo occidental estamos ante una falta de norte absoluta. Aquí vale todo y categorizamos lo superfluo como si fuera sobresaliente. Adolecemos de valores dónde la familia, la vida, cada vez se relativiza mucho más. Ante todo eso necesitamos una sacudida. Lo que no sé es si esa sacudida será demasiado fuerte.
@pelaez_alberto