La relación entre México y Estados Unidos se encuentra, una vez más, en una situación crítica . En esta ocasión, el agua se ha convertido en el centro del conflicto, con el Tratado de 1944 cobrando una creciente relevancia; ya si bien este acuerdo fue diseñado para asegurar un reparto equitativo de este recurso, enfrenta hoy serios desafíos debido a la crisis climática, la sobreexplotación y las presiones políticas.
El problema es claro: México adeuda 1,555.9 millones de m3 de agua a Estados Unidos, lo que representa el 72% de su cuota para el ciclo actual que vence el 24 de octubre. El gobierno mexicano ha atribuido el retraso en los envíos a la sequía que afecta la región. Sin embargo, la administración estadounidense, bajo la presión de legisladores texanos y grupos agrícolas, ha tomado una medida sin precedentes: negar el suministro de agua del río Colorado a Tijuana.
Estados Unidos argumenta que México no ha cumplido de manera constante con sus entregas, afectando a los agricultores del Valle del Río Grande. Por su parte, nuestro país enfrenta un dilema complejo: la sequía prolongada ha reducido significativamente los caudales de los afluentes del Río Bravo, lo que ha dificultado el cumplimiento de los compromisos; al tiempo que la sobreexplotación del recurso y la falta de infraestructura adecuada han agravado la situación.
Tamaulipas y Chihuahua han expresado su preocupación por el impacto que podría tener destinado más agua a Estados Unidos, pues podría desencadenar una crisis interna. De hecho, el conflicto de 2020, cuando los agricultores tomaron la presa La Boquilla en protesta por los envíos de agua, sigue siendo un recordatorio claro de que este problema tiene el potencial de escalar. En esa ocasión , la confrontación se resuelve temporalmente a través de una negociación política. Sin embargo, hoy, ante la negativa de suministro de agua a Tijuana, persiste el riesgo de que la disputa se intensifique nuevamente.
Este episodio también se inserta en un contexto más amplio de tensiones entre ambos países. La administración estadounidense ha cuestionado a México en otros frentes, como la seguridad fronteriza, el combate al tráfico de drogas y la implementación del T-MEC. De modo que la relación bilateral, lejos de fortalecerse, parece no poder salir de esta dinámica de constantes desencuentros.
Sin duda, en los próximos meses, nuestro país deberá buscar alternativas para saldar su deuda hídrica sin comprometer el abasto interno. La renegociación del tratado, aunque políticamente compleja, podría ser una opción para adecuarlo a las nuevas realidades climáticas. Mientras tanto, la diplomacia jugará un papel clave para evitar que esta disputa escale a niveles que puedan afectar otras áreas de cooperación entre ambos países .
Lo cierto es que el agua se ha convertido en un nuevo frente de batalla en la ya frágil relación. Y con un futuro marcado por el cambio climático y la escasez, es probable que ésta no sea la última vez que el tema ocupe el centro del debate bilateral.
Consultor y profesor universitario
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