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Escaparate global. Ser la sede del partido inaugural de una Copa del Mundo de Futbol trasciende el ámbito deportivo y se convierte en un fenómeno de impacto político, económico, social y turístico.

Desde una perspectiva política, la designación de una sede para el partido inaugural es una declaración de estabilidad y liderazgo. En el caso de México, que será por tercera vez anfitrión de una Copa del Mundo en 2026, se trata de un reconocimiento a su capacidad organizativa y su historia con el torneo.

Vitrina para la capital nacional. La designación del Estadio Ciudad de México —nombre que llevará durante el Mundial el Estadio Banorte, antes Azteca— como sede del partido inaugural el 11 de junio de 2026 ubica a la CDMX en el centro de atención.

Las ediciones de 1970 y 1986 colocaron al país como un referente del futbol internacional, a pesar de las tragedias precedentes con la matanza de 1968 en Tlatelolco y la tragedia del terremoto del 85, que exhibieron, en el primer caso la represión y, en el otro, la respuesta tardía de los gobiernos priistas. En ambos momentos, ese primer juego sirvió como una plataforma de comunicación política.

En términos económicos, ser sede del partido inaugural representa una inyección de inversión y oportunidades comerciales. Desde la infraestructura hasta el comercio local, la derrama económica de un evento de esta magnitud es significativa. Ciudades como Múnich en 2006 y Sao Paulo en 2014 experimentaron un auge en construcción y modernización de espacios públicos.

Ser la ciudad del partido inaugural tiene un impacto social ambivalente. Por un lado, el evento fomenta el orgullo nacional y refuerza el sentido de identidad, como se vio en Moscú en 2018, cuando la victoria de Rusia sobre Arabia Saudita elevó el ánimo patriótico. Por otro lado, las exigencias del torneo pueden derivar en desplazamientos urbanos y afectaciones a sectores vulnerables, como sucedió en Sudáfrica 2010, donde miles de personas fueron reubicadas para dar paso a nuevas infraestructuras.

El balón está en la cancha de la capital nacional. La jefa de Gobierno, Clara Brugada, plantea la estrategia y Alejandra Frausto, la secretaria de Turismo, arma el juego. La seguridad se revela como la mejor defensa desde el Subcomité de Seguridad donde intervienen dependencias federales, locales y la Federación Mexicana de Futbol.

La movilización de miles de turistas demanda transporte y garantías en sus trayectos. Desde el C5 de la Ciudad de México se proyecta colocar cerca de 14 mil cámaras más a las 8 mil 960 actuales en zonas de interés turístico, puntos de movilidad y espacios de convivencia emblemáticos.

Los estrictos criterios impuestos por la FIFA en cuanto a infraestructura y operatividad exigen un alto grado de coordinación entre gobiernos local y federal, que ya tienen la pelota.

 

     @guerrerochipres

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