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El estado de Luisiana, Estados Unidos, ejecutó a Jessie Hoffman, un reo sentenciado a muerte, utilizando gas nitrógeno por primera vez en su historia.

Este método, controvertido y poco probado, marca la quinta vez que se emplea en Estados Unidos. Hoffman, condenado por la violación y asesinato de Molly Elliott en 1996, fue declarado muerto, tras una ejecución descrita como “impecable” por las autoridades.

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La última ejecución con gas en Luisiana había ocurrido hace 15 años, debido a la dificultad para obtener los fármacos necesarios para las inyecciones letales.

Batallas legales y cuestionamientos al método

Los abogados de Hoffman intentaron frenar la ejecución, argumentando que el uso de gas nitrógeno podría ser doloroso y violar la Octava Enmienda, que prohíbe castigos crueles e inusuales. Además, alegaron que el método impedía a Hoffman practicar su respiración y meditación budistas en sus últimos momentos, vulnerando su libertad religiosa.

A pesar de los recursos presentados en tribunales estatales y federales, la Corte Suprema rechazó intervenir por segunda vez, con una ajustada votación de 5 a 4.

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Reacciones y justicia para las víctimas

La fiscal general de Luisiana, Liz Murrill, celebró la ejecución como un acto de justicia para Molly Elliott y su familia, tras casi tres décadas de espera.

Por su parte, la abogada de Hoffman, Cecelia Kappel, calificó la ejecución de “insensata” y destacó la capacidad de redención de su cliente. Mientras tanto, testigos describieron que Hoffman mostró movimientos convulsivos durante el proceso, aunque las autoridades insistieron en que no hubo signos de dolor.

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Amnistía Internacional subrayó en redes sociales que “sea cual sea el método, la pena de muerte es el castigo más cruel, inhumano y degradante y debería ser abolida en todas partes”.

El caso reabre el debate sobre los métodos de ejecución y los derechos de los condenados en Estados Unidos.

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